miércoles, 24 de junio de 2009

Adicción a internet




AQUÍ TENEIS UN EXTRACTO DE UNA MONOGRAFÍA SOBRE EL TEMA. DENTRO DEL APARTADO DEDICADO A LA ABSTINENCIA PUEDO AÑADIR COMO AFECTADO POR ESTE MAL: DESEOS DE MATAR AL TÉCNICO DE LA COMPAÑÍA QUE SE NIEGA A ENVIARTE UN ROUTER A PESAR DE HABER LLAMADO 5 VECES, 5 DIAS DIFERENTES, SIN QUE ME DIERAN UNA SOLUCIÓN. CUANDO ME QUISE DAR DE BAJA ENTONCES ME LO OFRECIERON...
John Suler señala la existencia de dos modelos básicos de la hipotética adicción a Internet.
El primero de ellos hace referencia a aquellos sujetos muy aficionados e interesados por sus ordenadores que utilizan la Red para recoger información, jugar en solitario, obtener nuevos programas, etc. pero sin establecer ningún tipo de contacto interpersonal (mas que el necesario para lograr sus propósitos).
El segundo tipo lo constituiría aquellos sujetos que frecuentan los Chats, MOODS (juegos en línea) y listas de correo. Todos ellos tienen en común la búsqueda de estimulación social. Las necesidades de filiación, ser reconocido, poderoso o amado subyacen a este tipo de utilización de la Red. En oposición a ellos, los sujetos del primer grupo evitan el "caos" interpersonal que puede cualquier canal de IRC. Para ellos la necesidad de control y la predictibilidad son elementos esenciales. Cuando el uso de Internet interfiera de un modo significativo las actividades habituales es cuando podrá ser considerado patológico. Sin embargo la interferencia sobre los hábitos de vida no es un criterio estable ya que varía tremendamente de unos sujetos a otros, variando en función de las disponibilidades de tiempo, dinero y de numerosas circunstancias tanto personales como familiares. Mark Griffiths (Psicólogo, Universidadde Plymouth) considera que las nuevas tecnologías son en sí adictivas, presentando patrones comportamentales similares a los del juego patológico o la bulimia. No obstante debemos considerar las actitudes de este autor sobre las nuevas tecnologías desde la perspectiva del familiar de un jugador patológico de maquinas recreativas, que ha publicado algunos trabajos condenando el juego con videojuegos con argumentos de escasa entidad.
Aproximación diagnóstica.
Pese al escaso y anecdótico bagaje clínico son numerosas las voces que proponen la inclusión de este supuesto trastorno en los manuales de clasificación (DSM-IV, ICD-10), aventurando borradores de criterios diagnósticos:
Tolerancia (definida por los siguientes criterios). Necesidad de incrementar las cantidades de tiempo conectado a Internet para lograr la satisfacción. Disminución del efecto con el uso continuado de similares tiempos de conexión.
Abstinencia, manifestada por las siguientes características: Síndrome de abstinencia. Cesación o reducción del tiempo de conexión (cuando se han dado períodos de tiempo prolongados de uso intenso). Dos o más de los siguientes síntomas aparecen después de unos días y hasta un mes de haberse producido el punto anterior. Agitación psicomotriz. Ansiedad. Pensamientos recurrentes (obsesivoides) acerca de lo que estará ocurriendo en Internet. Fantasías o sueños acerca de Internet. Movimientos voluntarios o involuntarios similares a los que se efectúan sobre un teclado.Los anteriores síntomas producen malestar o deterioran las áreas social, ocupacional o cualquier otra área vital. El uso de Internet o de otro servicio on-line es preciso para aliviar o suprimir los síntomas abstinenciales.Se accede a Internet mas a menudo o durante períodos de tiempo mas prolongados de los que se había planeado.Existen propósitos persistentes e infructuosos de suprimir o controlar el acceso a la Red.
Se invierte una cantidad de tiempo notable en actividades relacionadas con Internet (adquisición de libros, pruebas de nuevos browsers, organización del material descargado, etc.)
Las actividades sociales, profesionales o de recreo disminuyen o desaparecen a causa del uso de Internet.
Se permanece conectado a pesar de saber que ello supone un problema persistente y recurrente de tipo físico, social, laboral o psicológico (privación de sueño, conflictos matrimoniales, negligencia laboral, sentimientos de abandonar a los seres queridos...).
Ivan Goldberg prefiere sustituir el término de adicción a Internet por el de Uso patológico de Ordenadores, estableciendo los siguientes criterios de diagnóstico:Cambios drásticos en los hábitos de vida a fin de tener mas tiempo para conectarse. Disminución generalizada de la actividad física. Descuido de la salud propia a consecuencia de la actividad en Internet. Evitación de actividades importantes a fin de disponer de mayor cantidad de tiempo para permanecer conectado. Deprivación o cambio en los patrones de sueño a fin de disponer de mas tiempo en la Red. Disminución de la sociabilidad que tiene como consecuencia la pérdida de amistades. Negligencia respecto a la familia y amigos. Rechazo a dedicar tiempo extra en actividades fuera de la Red. Deseo de mas tiempo para estar frente al ordenador.Negligencia respecto al trabajo y las obligaciones personalesCorrelatos fisiológicos.
Lynne Roberts describió algunos de los correlatos fisiológicos relacionados con el uso intensivo de Internet, aunque no iguala necesariamente estas reacciones con la adicción en su sentido patológico.
Respuesta condicionada (aceleración del pulso, incremento de la TA) a la conexión del módem.
Estado de conciencia alterado durante largos períodos de tiempo, con una total concentración en la pantalla, similar al de la meditación o del trance (hipoprosexia).
Sueños que aparecen en forma de "Scroll".
Irritabilidad importante cuando se es interrumpido por personas o circunstancias de la vida real mientras se está sumergido en el ciberespacio.
Sarah Lawrence editora de la revista educativa "Taken Children Seriously" afirma que navegar en la Red no se caracteriza por la repetición irracional de una conducta destructiva, como es el caso de las verdaderas adicciones. Señala como la valoración del tiempo de conexión puede ser una variable engañosa (estudiada desde un punto de vista únicamente cuantitativo).
La cruzada del propio Ivan Goldberg o la de Kimberly Young requieren elevados tiempos de conexión a Internet, así como muchas horas dedicadas a actividades relacionadas con la red, siendo estos aspectos criterios de diagnóstico del IAD. ¿Sería legítimo considerarlos a ellos como adictos? Hasta la fecha no existe un perfil bien definido del usuario adicto a Internet, en general se trata de sujetos jóvenes, preferentemente varones, con un elevado nivel educativo y hábiles en el uso de la tecnología. Se especula con la existencia de un subgrupo de usuarios caracterizado por la timidez, que encuentra en el ciberespacio la posibilidad de liberarse de la ansiedad producida por las relaciones sociales cara a cara, ganando en autoconfianza, dado el relativo anonimato que Internet proporciona.
El Instituto para el Estudio de las Adicciones (IEA) se ha ocupado de describir qué tipo de personas son las que tienen más probabilidades de sufrir este tipo de dependencia. Las personas que padecen depresión, desorden bipolar, ansiedad, baja autoestima, o han padecido anteriores adicciones son las más vulnerables, según el IEA.


viernes, 12 de junio de 2009

Como se las gasta la justicia con los psiquiatras: El TSJC condena a Sanidad por dar de alta a un paciente con tendencias suicidas

Noticia extraida del diario: Laprovincia.es

El Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) ha responsabilizado al Servicio Canario de Salud (SCS) del suicidio de una paciente. La mujer se quitó la vida una hora después de recibir el alta en el Hospital de Gran Canaria Doctor Negrín y la Sala de lo Contencioso Administrativo ha estimado que hubo una relación de causalidad entre la actuación del SCS y el fallecimiento de la víctima.


La paciente ingresó el 29 de agosto de 2002 por un intento de suicidio y fue puesta en observación "a la espera de mejoría clínica". Al día siguiente, tras varias entrevistas en las que negó ideas suicidas y aceptó tratamiento ambulatorio, la mujer recibió el alta sobre las 13.00 horas. Fue citada por los médicos para dentro de tres días, pero ese mismo 30 de agosto se tiró al vacío desde el Puente de Silva, concretamente una hora después de haber abandonado el hospital, según el atestado de la Guardia Civil de Guía.


Además, la fallecida presentaba un historial clínico con "múltiples tratamientos" por enfermedades mentales, entre ellos trastorno bipolar y afectivo de la personalidad. La sentencia se basa precisamente en esos diagnósticos previos para condenar al Gobierno de Canarias, que deberá pagar una indemnización de 129.00 euros a los familiares de la víctima.


Y es que, "a la vista de los antecedentes de la paciente", el suicidio era previsible y pudo evitarse con medidas efectivas de vigilancia. En concreto, la Sala aprecia en la actuación del servicio público "una cierta participación en el resultado", pues el fatal desenlace "hubiera podido no ser tan dramático" si se hubiera ingresado a la mujer "durante breves días".


Tampoco desperdicia la ocasión el tribunal para defender a la jueza, pues los servicios jurídicos del Gobierno aseguran en su recurso que la juzgadora ha incurrido en apreciaciones subjetivas para dictar la sentencia, "atribuyéndose facultades propias de los profesionales de la medicina". Unas "expresiones" que el ponente del fallo judicial, Javier Varona Gómez-Acedo, tacha de "desafortunadas", porque la conclusión alcanzada se basa en el historial de la paciente.

jueves, 11 de junio de 2009

Sobre el origen y funcionamiento del cerebro: Rodolfo Llinás


Rodolfo Llinás es un colombiano, nacionalizado norteamericano, pero colombiano hasta la médula. Es profesor de la Universidad de Nueva York y muchos piensan que es un candidato al premio Nobel.

Y estoy leyendo su libro El cerebro y el mito del yo, que me parece extraordinario, claro, útil y pedagógico.

A continuación transcribo una entrevista que se le ha hecho a Llinás sobre el libro y que también nos da el sabor del personaje. El libro se puede encontrar en inglés y en español.

Conversaciones con Rodolfo Llinás

No son palabras de un filósofo ni de un poeta, aunque su obra establece un puente entre éstos y la ciencia. Es la provocadora conclusión a la que ha llegado, tras cuarenta años de estudiar el sistema nervioso, uno de los cerebros más brillantes de nuestra época: el neurocientífico Rodolfo Llinás Riascos.

Partió del estudio microscópico del funcionamiento unicelular de las neuronas hasta convertirse en fundador y pionero de la neurociencia. Ésta integra diversas ciencias para entender el funcionamiento del cerebro: biología, filosofía, fisiología, sistemas, bioelectricidad, cognición, psicología, medicina, psiquiatría, informática, zoología, evolución, antropología y geometría, por mencionar sólo algunas.

En todas esas aguas navega con propiedad Llinás, hasta revolucionar el concepto que antes se tenía sobre el sistema nervioso, es decir, «la esencia de la naturaleza humana». Sus colegas dicen que la obra de Llinás rompe por completo las antiguas creencias y marca un nuevo paradigma sobre la manera de entendernos a nosotros mismos y nuestra interacción con lo que llamamos «realidad».

Luego de publicar más de quinientas investigaciones y catorce libros científicos, Llinás decidió compartir sus hallazgos con el público no especializado a través de un libro pedagógico que sintetiza su hipótesis sobre la electrofisiología de la subjetividad: El cerebro y el mito del yo, de Editorial Norma.

En la obra, salpicada de metáforas tan didácticas, cómicas y lúcidas como su autor, se resume el trabajo de este colombiano de 68 años, nacionalizado hace cuarenta en Estados Unidos, director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York, asesor de la Nasa, miembro de las academias de Ciencia de Estados Unidos, Francia, España y Colombia, y varias veces postulado al premio Nobel, entre muchas otras distinciones.
Con su melena cana y una inexplicable belleza infantil en el esplendor de su sexto piso, dialogó así con Número:

-¿Por qué nos parece tan misteriosa la mente?

Supongo que la conciencia, el pensamiento y los sueños nos resultan tan extraños porque parecen ser impalpablemente internos. Ello podría deberse a que, desde un punto de vista evolutivo, nosotros los vertebrados podemos considerarnos crustáceos volteados hacia fuera.

Me explico: los crustáceos son exoesqueléticos, es decir, tienen un esqueleto externo. En cambio, nosotros somos endoesqueléticos, o sea, tenemos un esqueleto interno. Esto implica que, desde cuando nacemos, somos altamente conscientes de nuestros músculos, pues los vemos moverse y palpamos sus contracciones. Comprendemos de una manera muy íntima la relación entre la contracción muscular y el movimiento de las diversas partes del cuerpo. Desgraciadamente, nuestro conocimiento acerca del funcionamiento del cerebro no es directo. ¿Por qué? Porque en lo que a masa cerebral se refiere, ¡somos crustáceos! Nuestro cerebro y nuestra médula espinal están cubiertos por un exoesqueleto implacable: el cráneo y la columna vertebral.
A diferencia del resto del cuerpo, no vemos ni oímos nuestro cerebro, no lo sentimos palpitar, no se mueve y no duele si lo golpeamos, ya que está protegido por la portentosa estructura del cráneo. Si tuviéramos la masa cerebral por fuera del cráneo y pudiéramos ver o sentir el funcionamiento del cerebro, nos resultaría obvia la relación entre la función cerebral y la manera como vemos, sentimos o pensamos. De la misma manera que ahora nos resulta obvio lo que sabemos sobre el funcionamiento de músculos y tendones, cuyo movimiento disfrutamos tanto que organizamos competencias mundiales para comparar y medir masas musculares.

Pero no disponemos de una parafernalia análoga para medir directamente el funcionamiento del cerebro. Supongo que por eso algunas personas piensan que la mente, la conciencia o el «yo» están separados del cerebro. Y por eso en la neurociencia se dan conceptos muy diversos sobre la organización funcional del cerebro.

En cuanto a nuestros amigos los crustáceos, que no se dan el lujo de conocer en forma directa la relación entre la contracción muscular y el movimiento, el problema de cómo se mueven, en caso de que pudieran considerarlo, podría resultarles tan inexplicable como lo es para nosotros el pensamiento o la mente.

-Por eso decían que el cerebro es una «caja negra» misteriosa, hasta cierto punto pasiva, con la que llegamos «en blanco» al nacer y que recibe estímulos del mundo externo, los interpreta y devuelve a través de los sentidos. ¿Qué opina usted?

Digo que el cerebro enfrenta al mundo externo, no como una máquina adormilada que se despierta sólo mediante estímulos sensoriales, sino por el contrario como un sistema cerrado, autorreferencial (parecido al corazón), en continua actividad, dispuesto a interiorizar e incorporar en su más profunda actividad imágenes del mundo externo, aunque siempre en el contexto de su propia existencia y de su propia actividad eléctrica intrínseca.

Para funcionar, el sistema no depende tanto de los sentidos como creíamos, como lo prueba el hecho de que podemos ver, oír, sentir o pensar cuando soñamos dormidos o cuando fantaseamos despiertos, en ausencia de estímulos sensoriales.
Tampoco creo que el sistema nervioso sea una tabla rasa en el momento del nacimiento. Años de evolución hacen que cada bebé nazca con un cerebro hasta cierto punto organizado, con un «a priori neurológico» que le permite ver, sentir u oír sin necesidad de aprender a hacerlo. Nacemos, por ejemplo, con la capacidad de aprender cualquier idioma. Serán la cultura y la educación las que determinen cuál. Pero la estructura básica nace con nosotros.

La historia evolutiva demostró que únicamente los animales capaces de moverse necesitan cerebro (por eso las plantas, quietas y arraigadas, aunque tan vivas como nosotros, no lo necesitan). Y que, en principio, la función principal de éste es la capacidad de predecir los resultados de sus movimientos con base en los sentidos. El movimiento inteligente se requiere para sobrevivir, procurarse alimento, refugio y evitar convertirse en el alimento de otros, pero como sería imposible sobrevivir si predijéramos con la cabeza y con la cola al mismo tiempo, se necesita centralizar la predicción en el cerebro. A esa centralización de la predicción la conocemos como el «sí mismo» de cada uno de nosotros.

-¿Por qué dice que el color, el dolor o el sonido no existen afuera sino adentro?

Lo que hay afuera no es necesaria y únicamente lo que los seres humanos vemos. En realidad, afuera hay todo un caos lleno de cosas que nuestro cerebro no percibe porque no tiene necesidad de hacerlo para sobrevivir: ondas sonoras, electromagnéticas, átomos, partículas de aire, etc. Cada cerebro animal, incluido el humano, aprendió evolutivamente a discriminar de ese caos externo sólo aquello que requiere para sobrevivir. Por eso, los perros «ven» con el olfato, los murciélagos ciegos con el oído, los pajaritos ven muchos más colores que nosotros y no tenemos seguridad de que sean los mismos nuestros, etcétera.

Ejemplo: si un perro y una persona quieren buscar a alguien en un aeropuerto, le damos a la persona una foto del extraviado y al perro una media. Pero si lo hacemos al revés, la foto para el perro y la media para la persona, ¡seguramente nunca encontraremos al perdido! (risas).
Así, se establece un diálogo entre nuestro mundo interno y el mundo externo, por medio de los sentidos, que nos permite elaborar representaciones virtuales de los fragmentos del mundo real que necesitamos para sobrevivir. Pero no tenemos la visión íntegra de todo lo que hay allá afuera. Lo que pasa es que a través de unos quinientos o setecientos años de evolución, los humanos nos hemos puesto de acuerdo en una especie de «alucinación colectiva estándar» y vemos más o menos lo mismo. Eso es lo que nos permite ser una sociedad con referentes universales.

-¿Por qué dice que el «yo» es un mito?

Los seres humanos no tenemos cerebro. Somos nuestro cerebro. Cuando le cortan la cabeza a alguien, no lo decapitan sino que lo decorporan. Porque es en este prodigioso órgano donde somos, donde se genera nuestra autoconciencia, el «yo» de cada uno. Por tanto, lo que llamamos «yo» no es separable del cerebro. Si dijéramos «el cerebro me engaña», la implicación sería que mi cerebro y yo somos dos cosas diferentes. Mi tesis central es que el «yo» es un estado funcional del cerebro y nada más, ni nada menos.

El «yo» no es diferente del cerebro. Ni tampoco la mente. Son unos de tantos productos de la actividad cerebral, a partir de la cual hemos llegado a la Luna y tenemos posibilidades ilimitadas de hacer realidad nuestros sueños.

-¿Cómo puede ser el «yo» un estado funcional del cerebro?

El núcleo de mi tesis radica en el concepto de oscilación neuronal, como la de las cuerdas de una guitarra o de un piano cuando las pulsamos. Las neuronas tienen una actividad oscilatoria y eléctrica intrínseca, es decir, connatural a ellas, y generan una especie de danzas o frecuencias oscilatorias que llamaremos «estado funcional».

Por ejemplo, los pensamientos, las emociones, la conciencia de sí mismos o el «yo» son estados funcionales del cerebro. Como cigarras que suenan al unísono, varios grupos de neuronas, incluso distantes unas de otras, oscilan o danzan simultáneamente, creando una especie de resonancia. La simultaneidad de la actividad neuronal (es decir, la sincronía entre esta danza de grupos de neuronas) es la raíz neurobiológica de la cognición, o sea, de nuestra capacidad de conocer.

Lo que llamamos «yo» o autoconciencia es una de tantas danzas neuronales o estados funcionales del cerebro. Hay otros estados funcionales que no generan conciencia: estar anestesiado, drogado, borracho, «enlagunado», en crisis epiléptica o dormido sin soñar. Cuando se sueña o se fantasea, ya hay un estado cognoscitivo, aunque no lo es en relación con la realidad externa, dado que no está modulado por los sentidos.

Pero en los otros casos o estados cerebrales, la conciencia desaparece y todas las memorias y sentimientos se funden en la nada, en el olvido total, en la disolución del «yo». Y, sin embargo, utilizan el mismo espacio de la masa cerebral y ésta sigue funcionando con los mismos requisitos de oxígeno y nutrientes.

Aunque el estado funcional que denominamos «mente» es modulado por los sentidos, también es generado, de manera especial, por esas oscilaciones neuronales. Por tal razón podríamos decir que la realidad no sólo está «allá afuera», sino que vivimos en una especie de realidad virtual.

Es decir, que no es tan distinto estar despierto que estar dormido...

El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo, pero no se limita a ellos. Es básicamente un sistema cerrado, en continua actividad, como el corazón. Tiene la ventaja de no depender tanto de los cinco sentidos como creíamos. Por eso, cuando soñamos dormidos o fantaseamos, podemos ver, oír o sentir, sin usar los sentidos, y por eso el estado de vigilia, ese sí guiado por los sentidos, es otra forma de «soñar despiertos».

El cerebro es una entidad muy diferente de las del resto del universo. Es una forma distinta de expresar «todo». La actividad cerebral es una metáfora para todo lo demás. Tranquilizante o no, el hecho es que somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.

-¿Cómo mantener activa nuestra «máquina de soñar»?

Estamos hablando de que todos estos prodigios de la mente se generan en tan sólo un kilo y medio de masa cerebral, con un tenue poder de consumo de catorce vatios. De manera que para mantenerla en forma se requieren buena nutrición, buena oxigenación y protegerse de golpes.

Sin embargo, lo más importante es usar el cerebro, cosa que muchas personas no parecen tener tan claro. El problema es que la inteligencia es limitada pero la estupidez es infinita. Por eso es tan urgente promover una buena educación, que enseñe a pensar claramente a través de conceptos y no de mera memorización de datos. Hay que entender la diferencia entre saber (conocer las partes) y entender (ponerlas en contexto). Por ejemplo, una lora sabe hablar pero no entiende nada.

-¿Por eso en su investigación se busca la síntesis y no la especialización, propia de la ciencia positiva estadounidense?

El análisis del detalle es más fácil que la síntesis, pero no es suficiente. Como en la película La tienda de empeño, donde Chaplin atiende a un cliente que le pide arreglar un reloj. Saca abrelatas, alicates, empieza a sacar las partes hasta desbaratarlo por completo. Luego pone todos los pedazos en el sombrero y se los entrega al desolado cliente. ¡El señor desbarató el reloj y no lo pudo volver a construir! Así es la ciencia analítica o especializada: sin la síntesis, sólo tiene grandes cantidades de pedazos de cosas.

No obstante, es incorrecto decir que mi trabajo es síntesis de fisiología con biología, con zoología, entre otras ciencias. Mi interés es explicar cómo son las cosas. El problema es que esos cajones del saber («esto es física, esto es química, etc.») son artificiales, por lo cual yo no los respeto. El mundo es uno. Y la gente le da nombres porque es estúpida y se fracciona en función de palabras, en vez de tomar las cosas por lo que son.

Lo que estoy tratando de hacer es muy peligroso, porque yo me puedo mover de lo molecular a lo cósmico, sin problemas. Y eso resulta sospechoso para los científicos tradicionales, que sólo respetan el conocimiento muy especializado. En términos generales, los científicos se catalogan entre «topos» y «zorros». Los topos taladran, buscan la profundidad y cada vez saben más y más de una sola cosa. Los zorros lo ven todo, pero por lo mismo saben poco de mucho.

Alguien dijo sobre mi trabajo: «Ese señor Llinás es ambas cosas: un topo y un zorro. O mejor, un ¡“zorrotopo”!» (risas). Mi propuesta es que la ciencia sea análisis y síntesis, que la neurociencia se aventure a cuatro órdenes de magnitud y no sólo se quede en lo microscópico, y que así podamos no sólo saber sobre el cerebro, sino entenderlo, porque mientras más comprendamos la portentosa naturaleza de la mente, el respeto y la admiración por nuestros congéneres se verán notablemente enriquecidos.

Artículo extraido del blog: Abriendo juego, abriendo mundos

viernes, 5 de junio de 2009

Comprendiendo la Esquizofrenia


por Nancy C. Andreasen

Jefa de Redacción del
American Journal of Psychiatry


[...] ¿Adonde ha ido a parar la buena clínica de antaño? ¿Donde están los estudios que toman en cuenta la epidemiología, la psicopatología descriptiva,el curso y el pronóstico? Los estudios en este dominio son cada vez más raros ya que no se los
percibe como «sexy», «pertinentes», «sofisticados» o inclusive «científicos». Son increiblemente "low-tech". Sólo necesitan un pensamiento cerebro/mente, observar muchos pacientes y registrar las oservaciones y las medidas para que puedan ser analizadas usando métodos estadísticos que van desde los muy simples hasta los más complicados.

En los Estados Unidos, una generación de investigadores clínicos que moldearon la especialidad durante muchos años ha desaparecido - pienso en Eli Robins, Gerry Klerman, George Winokur- o está por desaparecer. Emergen muy pocos investigadores jóvenes capaces de tomar su lugar. Y todos lo saben, para ser considerado como un
científico "serio", hay que hacer ciencia experimental.Afortunadamente los europeos han conservado una orgullosa tradición de investigación clínica y de psicopatología descriptiva. Un día, en el siglo XXl, cuando el genoma y el cerebro humano hayan sido completamente cartografiados, quizás sea necesario meter en marcha un plan Marshall inverso para que los europeos salven la ciencia americana permiténdole de comprender realmente quién es esquizofrénico, o inclusive qué es la esquizofrenia.La frágil escuela norteamericana de psicopatología descriptiva habrá entonces desaparecido. Mientras tanto, corremos el riesgo de no poder utilizar los descubrimientos del proyecto de descriptage del genoma humano en las enfermedades
mentales complejas, ya que no dispondremos más de investigadores en clínica que hayan consagrado su carrera a conocer la naturaleza y definición de los síntomas, de los síndromes, de las enfermedades y del modo de diagnosticarlas.

¿El problema no está resuelto? ¿El DSM (Diagnostic and Statistical Manual of mental disorders) no basta? Desafortunadamente, no. El DSM fue desarrollado como un manual clínico para "clasificar" los pacientes. Sus descripciones de los múltiples trastornos psiquiátricos son deliberadamente simples, incompletas y dispersas. Es, en
particular, el caso de la esquizofrenia. Los criterios de inclusión del DSM no fueron destinados a la investigación y, menos que nada para los estudios sofisticados que se interesan a los genes de susceptibilidad, a los casos latentes o subliminares, o aquellos destinados a hacer comprender las relaciones entre ligeras modificaciones a nivel cerebral o cognitivo con síntomas de estados globales.

Mucha gente ha crecido acostumbrados a pensar que los criterios de inclusión de esquizofrenia constituyen una definición de lo que la esquizofrenia realmente es. Sin embargo los arquitectos del DSM eran bien concientes que los criterios y las
descripciones eran el resultado de un consenso cuyo objetivo era crear definiciones fiables, crear definiciones "fáciles de uso" para los clínicos y,también, evitar los cambios demasiado brutales que hubieran tornado inutilizables las bases de datos
constituidas en epidemiología o en otros dominios de la investigación.

Decidir quién es esquizofrénico y qué pacientes incluir en los estudios es la tarea más difícil de la investigación. El trabajo "high-tech" de laboratorio (programar robots, etc.) es, en comparación, cosa fácil. La mayoría de las preguntas clínicas siguen abiertas. ¿ Cuáles son los límites de las patologías? ¿El concepto de esquizofrenia incluye el trastorno esquizo-afectivo o trastornos de espectro no psicóticos como el trastorno esquizotípico o la esquizofrenia simple? ¿El síndrome
esquizofreniforme que aparece en el contexto de abuso de drogas, es una "realmente" esquizofrenia? ¿Esta patología es una entidad única?¿Es heterogénea? Si es así, ¿cómo describir los subtipos? ¿Cuáles síntomas la definen? ¿Son los síntomas psicóticos puestos en relieve por el DSM? ¿O son los síntomas más fundamentales de Bleuler, es decir síntomas negativos/cognitivos? ¿O no debemos basar la definición en ningún síntoma? ¿Cuál es la evolución característica? ¿Qué nos puede enseñar la evolución y los estados terminales sobre la fisiopatología? ¿Qué nos enseña la epidemiología sobre las definiciones o mecanismos? Estas preguntas son enojosamente sin fin. Ignorar su importancia facilita quizás las cosas,pero no es más que una visión a corto plazo.

El mejor modo de responder a todas estas preguntas necesita un pensar profundo por gente motivada, empleando abordajes sofisticados e integrativos. Por lo tanto debemos investirnos seriamente en la formación de una generación de verdaderos expertos en la ciencia y el arte de la psicopatología. De otro modo, nosotros los científicos "high-tech", corremos el riesgo de despertarnos dentro de diez años y descubrir que estamos frente a una primavera muda. Aplicar la tecnología sin la colaboración de clínicos sabios, expertos en psicopatología,habrá sido entonces una empresa solitaria, estéril y quizás infructuosa.

Am.J.Psychiatry 155. déc 98
(Traduccion Ed Th Mahieu, Aulnay /ss Bois,
France)

jueves, 4 de junio de 2009