miércoles, 25 de marzo de 2009
martes, 17 de marzo de 2009
¿Por qué fallan los tratamientos?
¿Por qué fallan los tratamientos? ¿Por que se cronifican los problemas de la vida cotidiana y se convierten en pseudoenfermedades, o aceptadas por la comunidad científica en auténticas enfermedades mentales?
La respuesta no es sencilla y creo que no se encontrará en estas líneas. Pero quiero escribir unas ideas, para ayudarme a mi mismo en mi práctica clínica y solicitar ayuda a quien me la pueda dar.
Si revisamos las publicaciones “científicas” vemos que la principal causa de fracaso es la no adherencia al tratamiento, el uso de fármacos de forma incorrecta, el no acudir a tiempo al especialista. Si preguntamos a los profesionales que trabajan en la sanidad pública las causas son la ausencia de un tiempo adecuado para tratar a los pacientes, la masificación de las consultas, los protocolos inadacuados de la organización sanitaria a la que pertenecemos.
Este sería un estudio bonito para hacer, y estas conclusiones no son “cientificamente validables”, ya que son solo una impresión propia, de mi quehacer diario y de las horas y horas que invierto en escuchar a mis compañeros y pacientes.
Me resulta sorprendente por ejemplo que una de las causas más citadas para el fracaso de un proyecto terapeutico sea “la escasa motivación del paciente”, “o no es el momento para cambiar”. Y en el mejor de los casos se le remite a su médico de cabecera para que le ayude en esos cuatro minutos que un profesional preparado tiene para abrir las orejas y la mente del que pide ayuda a través de un síntoma. Tampoco citan la escasa preparación psicoterapeutica de los profesionales encargados de hacer psicoterapias. Es como sí dijeramos “soy un psicoterapeuta cojonudo pero como no me dan los medios...”, cuando la realidad es que la mayoría de las intervencias terapéuticas que hacemos están basadas en el “sentido común”, ¿de quien? En el mío, que es el mejor.
¿No será que algo se nos escapa? Las reglas del juego que nos marca nuestra empresa, pública o privada, no son cambiables. Las empresas en esta era postcapitalista no son asamblearias, no pueden ser cambiadas desde abajo, y sobretodo no existe una voluntad de cambiarlas, ni desde los trabajadores ni desde la dirección. Los trabajadores anclados en la “queja de no poder hacer nada por estar atrapados” y los directivos anclados en la queja “debemos hacer mejores protocolos de gestión”.
Podemos teorizar esta situación, hablar del discurso del amo y el esclavo, hablar de Marx, hablar de la lucha de clases... pero la realidad diaria es que no podemos cambiar el sistema en el que estamos, ya que somos parte del mismo sistema. Cambiarlo sería cambiarnos nosotros mismos. Las opciones son lamentarnos o buscar como usarnos de él. La rendición no es una opción, porque a final de mes es treinta y uno y hay que pagar las deudas.
Además nuestro sistema de queja-trabajador, queja-gestor, está inmerso en un sistema mucho más global, la sociedad. La sociedad es un ente supraconsulta, suprapersona, supravecindario, formado por millones de intereses interconectados: el interés de la empresa que vende pastillas, el interés de la persona en ser feliz cuanto antes mejor, el interés del gestor en ahorrar, el interés de obtener una pensión y poder dedicarme a lo que realmente me gusta que es la pesca con mosca, sin tener que aguantar a mi jefe. En nuestra sociedad no hay sitio para las explicaciones psicológicas convencionales para la enfermedad. Nuestro medio cultural ha (hemos) decidido que una enfermedad requiere un modelo neuroquímico, un tratamiento y una solución rápida (química o intervención psicoterapeútica breve estandarizada). Si estamos “sanos” sí aceptamos una explicación psicológica, de igual que sea psicoanalítica, cognitiva o simplemente budista o taoísta. Tenemos tiempo para pensar, ya que todos tenemos la creencia de que somos inmortales y que al fin y al cabo si me leo “El camino del tao en el s.xxi” posiblemente viviré más y mejor.
La angustia ya no se puede entender como un malestar único, aunque lo sea. En nuesta cultura hay una angustia que enferma, que requiere una solución rápida, y una angustia vital que sí está dispuesta a escuchar y escucharse. Cuando en la consulta ambas se mezclan y tratamos la angustia vital como esa angustia que hay que calmar a toda costa, el paciente y nosotros nos perdemos la oportunidad de escucharnos.
La psicoterapia es un proceso para crecer como persona y poder disfrutar más, amar mejor y vivir más. Un camino para salir de los falsos goces de nuestro tiempo (el goce de comprar, el goce de “estar colocado”, el goce del éxito...) El paciente que entra en un proceso psicoterapeutico reconoce sus faltas, sus defectos, y se propone trabajar con ellos (aunque lo llame “no tengo autoestima”). El enfermo no acepta su parte en su malestar. No es responsable. Algo le ha venido (tocado) por sus genes, por sus padres, por sus jefes, por el azar, por el destino. El enfermo es un juguete en manos de algo que hay que eliminar rápidamente con un remedio eficaz, para volver a esa normalidad que suele estar debajo de un falso recuerdo de “paraíso perdido”.
Esta reflexión posiblemente no aporta nada nuevo, solo ordena mis ideas y es un intento de luchar contra esa sensación de estar aplastado por un marco con el que choco a diario. El camino sería convertir al enfermo juguete del destino en un paciente responsable, y de ahí en ayudarle a que nos enseñe todas sus potencialidades y que las use, para que nunca más vuelva a sentirse en manos de nadie ni de nada.
Un problema que nos encontramos es que con todas las teorias que tenemos en la cabeza, nos olvidamos de la teoria que el enfermo/paciente tiene en la cabeza y construimos la casa por el tejado, e intentamos convencer a una fibromialgica de que lo suyo no existe y que tiene muchas potencialidades, y le invitamos a que se apunte a un curso de natación... Y al no responder a esto, pensamos que no quiere escuchar y no está en el momento de cambiar. Y por no comprender que la fibromialgia es una enfermedad para esa paciente e intentar meterle con calzador nuestra explicación psicológico-espiritual, la perdemos y la condenamos a vagar en busca de soluciones milagrosas, de años de otra distima... hasta devorar su identidad y convertirla en un despojo de ser humano, cuyo único sentido en la vida es curarse de algo que no existe y que es incapaz de responder a la pregunta ¿curarse para qué?
Y cuando digo fibromialgia, que es un ejemplo, lo llamo depresión, lo llamo esquizofrenia, lo llamo fobia social, lo llamo alcoholismo, lo llamo ludopatia, lo llamo anorexia...
No podemos olvidar que estamos en un marco cultural. Y que ese marco no lo vamos a cambiar, como tampoco vamos a cambiar el sitio donde trabajamos. Basta de quejas, que nacen de nuestra impotencia. ¿Vamos a trabajar con lo que hay?. Si solo hay que elegir a qué amo servir, como decía Jervis.
domingo, 15 de marzo de 2009
Daniel J. Siegel: Hacia una biología interpersonal de la mente en desarrollo
¿Podrá una mejor comprensión del cerebro humano permitir a los ingenieros construir mejores interfaces y sistemas operativos? Dan Siegel establece una discusión sobre neurobiología y sus implicaciones para la computación. Siegel ha revisado un gran número de disciplinas científicas que exploran la idea de la mente desarrollándose a partir de la interacción entre las relaciones humanas y las estructuras y funciones del cerebro. Recientes descubrimientos desde campos independientes, incluyendo los de la psicología del desarrollo y la neurociencia cognitiva, pueden ser sintetizados en un marco de trabajo integrado para la comprensión de cómo el cerebro permite la emergencia de los procesos mentales y está directamente conformado por las experiencias interpersonales.
Reseña biográfica de Daniel J. Siegel:
Dan Siegel se graduó en medicina en la Universidad de Harvard y completó su postgrado en educación medica en UCLA con formación en pediatría y psiquiatría infantil y de adultos. Trabajó para el Instituto Nacional de Investigación en Salud Mental en UCLA, estudiando interacciones familiares con especial énfasis en cómo las experiencias de apego influyen sobre las emociones, la conducta, la narrativa y la memoria autobiográfica.
La practica psicoterapeútica del Dr Siegel abarca el abordaje de niños, adolescentes, adultos, pareja y familias. Anteriormente dirigió el programa de entrenamiento en psiquiatría infantil y el servicio infantil y preescolar en UCLA. Ha sido ganador del premio a la enseñanza del departamento de psiquiatría y diversas becas honorarias. Actualmente es profesor clínico asociado de psiquiatría en la Escuela de Medicina de UCLA, en la facultad del Centro para la Cultura, el Cerebro y el Desarrollo. También es el director del Centro para el Desarrollo Humano, una organización educacional centrada en como mejorar el desarrollo de los individuos, las familias y las comunidades examinando la conexión entre las relaciones humanas y los procesos biológicos básicos.
El Dr. Siegel es codirector de un manual de psiquiatría y autor de numerosos artículos y capítulos, así como del libro reconocido internacionalmente “The Developing Mind: toward a Neurobiology of Interpersonal Experience”, 1999 (La mente en desarrollo: hacia una neurobiología de la experiencia interpersonal). Este libro introduce la idea de una biología interpersonal y ha sido utilizado por muchas organizaciones, incluyendo al departamento de Justicia de Estados Unidos, el concilio pontifical del vaticano sobre la familia, el Consejo Sobre la Tecnología y el Individuo, programas de intervención temprana y una serie de departamentos de clínica e investigación en todo el mundo.
Es, asimismo, editor jefe y fundador de la serie Norton sobre Neurobiología Interpersonal. Su libro con Mary Hartzell “Parenting from the Inside Out: How a deeper Self-Understanding Can Help You Raise Children who Thrive” (2003) explora la aplicación de esta nueva y emergente visión de la mente, el cerebro y las relaciones humanas.
La integrada y accesible aproximación al desarrollo de Daniel Siegel ha hecho que sea invitado por diferentes organizaciones, locales, nacionales e internacionales para conducir grupos de educadores, padres, administradores públicos, profesionales sanitarios, diseñadores de políticas sociales, clérigos y neurocientíficos. La meta común de estos esfuerzos educacionales es proveer una visión de base científica de la experiencia humana a un público amplio que pueda facilitar el desarrollo del bienestar psicológico y la resiliencia emocional a lo largo del ciclo vital.
Acceso a la conferencia completa en inglés, incluyendo sus diapositivas
Artículo extraido de la web: psicoterapiarelacional.com
jueves, 12 de marzo de 2009
A la felicidad por la química
¿Es la psicoterapia "un asunto teatral";?
La Madre Teresa, una Femme fatale, un mercader, Narciso mirándose con un ojo al espejo, Don Burocracio, Monsieur Voyeur...: "¿Qué desea?"
El Cliente, Enfermo, Paciente, Usuario,...: "Una paguita/una bajita/una pastillita/un cariño/una caricia/una humillación/... Dres/as"
La Madre Teresa, una Femme fatale, un mercader, Narciso mirándose con un ojo al espejo, Don Burocracio, Monsieur Voyeur...: "Ah, bien."
Se cierra el telón
Se abre el telón y se ve de nuevo el escenario que representa la consulta de psi...Allí estan reunidas del estrecho lado del psicoterpeuta la Madre Teresa, una Femme fatale, un mercader, Narciso mirándose con un ojo al espejo, Don Burocracio, Monsieur Voyeur....Del otro lado entra el Cliente, Enfermo, Paciente, Usuario,...
La Madre Teresa, una Femme fatale, un mercader, Narciso mirándose con un ojo al espejo, Don Burocracio, Monsieur Voyeur...: "¿Qué desea?"
El Cliente, Enfermo, Paciente, Usuario,...: "Ser libre!"
La Madre Teresa, una Femme fatale, un mercader, Narciso mirándose con un ojo al espejo, Don Burocracio, Monsieur Voyeur...piensan: "Mira este ingreso involuntario, ¿se habrá escapado de la unidad?"
martes, 10 de marzo de 2009
El universo holográfico
Los neurobiólogos sólo han podido localizar en el cerebro las áreas correspondientes a determinadas actividades como el habla, la visión, etcétera, pero no el origen de las funciones cerebrales. Karl Pribam, neurocirujano de la universidad de Stanford, opina que no existe una zona del cerebro que abarque la memoria o la inteligencia, sino que éstas se hallan en todas las partes de dicho órgano. Como ocurre en un holograma.
Un holograma es una imagen tridimensional confeccionada con la ayuda de un láser. Para obtener un holograma, el objeto a fotografiar es bañado por la luz de un rayo láser. A continuación se hace rebotar un segundo láser contra el reflejo luminoso del primero y el patrón de interferencia resultante (el área donde se cruzan ambos láseres) es capturado de modo fotográfico. Al ser revelada, la película resultante muestra lo que parece un amasijo caótico de luces y líneas oscuras. Sin embargo, basta con iluminar la película con un nuevo rayo láser para conseguir una imagen tridimensional del objeto original. La tridimensionalidad de tales imágenes no constituye la única característica sorprendente de los hologramas. Si partimos por la mitad el holograma de una rosa e iluminamos con un láser las dos mitades resultantes, cada mitad exhibirá la imagen completa de la rosa.
Si subdividimos las dos mitades una y otra vez, cada uno de los fragmentos de película fotográfica seguirá mostrando una versión completa aunque, eso sí, más pequeña, de la imagen original. A diferencia de las fotografías convencionales, en el caso de los hologramas cada parte posee la información presente en el todo.
Hoy en día casi todo el mundo ha oído hablar de los hologramas, las imágenes tridimensionales proyectadas espacialmente con la ayuda de un láser. En la actualidad, dos de los pensadores más eminentes en el mundo -David Bohm, físico de la Universidad de Londres, antiguo protegido de Einstein y uno de los físicos cuánticos más respetados, así como Karl Pribram, neurofisiólogo de Stanford y uno de los más influyentes arquitectos de la interpretación del cerebro- creen que el propio universo bien pudiera no ser otra cosa que un gigantesco holograma, una especie de imagen o estructura creada (al menos en parte) por la mente humana.
Curiosamente, Bohm y Pribram llegaron a semejante conclusión de modo independiente, a través del estudio de campos muy diferentes. Bohm se convenció de la naturaleza holográfica del universo tras muchos años de escepticismo frente a las teorías convencionales, incapaces de explicar numerosos fenómenos presentes en la física cuántica. Pribram se convenció a su vez ante la ineficacia de las formulaciones convencionales para resolver determinados enigmas neurofisiológicos. Una vez llegados a tales conclusiones, Bohm, Pribram y otros investigadores adheridos a la misma idea advirtieron que el modelo holográfico servía para explicar gran número de fenómenos, entre los que se contaban la telepatía, la precognición, la psicokínesis (la capacidad de la mente para desplazar objetos sin valerse del contacto físico), los sentimientos místicos de comunión con el universo, la sincronicidad e, incluso, las experiencias chamánicas y preagónicas. De hecho, como subrayan sus defensores, el paradigma holográfico ayuda a explicar prácticamente todos los fenómenos místicos y paranormales.
Hoy en día Pribram cree que los recuerdos no se agrupan en neuronas o pequeñas agrupaciones de neuronas, sino en estructuras de impulsos nerviosos que entrecruzan el cerebro de modo similar a como las estructuras laserianas entrecruzan un trozo de película fotográfica que contenga una imagen de naturaleza holográfica. A lo largo de varias décadas, numerosos estudios habían probado que los recuerdos no se hallan confinados en una región precisa sino que se encuentran diseminados por todo el cerebro.
La idea del "todo en cada parte" proporcionó a Pribram la explicación que había buscado infructuosamente durante tanto tiempo. Los experimentos de Lashley habían demostrado que cada porción del cerebro parece contener la totalidad de los recuerdos presentes en el cerebro. Ello llevó a Pribram a concluir que el propio cerebro debía ser una especie de holograma. ¿Cómo se almacenarían los recuerdos en un cerebro de carácter holográfico?
En esta teoría, la ciencia y la percepción de los místicos se integra. Para Pribam existe un orden espiritual en el Universo. Con su revolucionaria teoría de la mente holográfica, ha llegado posiblemente al lugar del alma.
Se inspiró en los trabajos de Karl Lashley, quien descubrió que los recuerdos no se graban en un punto aislado del cerebro, sino en una zona del mismo, de tal manera que, al extirpar parte de esa zona, el recuerdo aún podía recuperarse. Esto sugirió a Pribam la idea del funcionamiento global del cerebro y le llevó a postular que éste tiene acceso a un dominio frecuencial holístico que trasciende al espacio y al tiempo. Pero la meta de la neurobiología conservadora consiste en poder llegar a explicar que todos los procesos mentales, conscientes o subconscientes, se deben sólo a mecanismos fisiológicos y no a que exista una esencia espiritual.
Cierto tipo de procesos subatómicos son capaces de originar partículas esencialmente "gemelas", esto es, partículas unidas de modo igualmente misterioso, de tal forma que una de ellas registrará siempre y de manera instantánea aquello que le suceda a su gemela con independencia de la distancia existente entre ambas. De acuerdo con Bohm, la aparente conexión más rápida que la luz existente entre partículas subatómicas no es otra cosa que la expresión de un nivel más profundo de la realidad todavía desconocido para nosotros, un nivel holográfico. En términos holográficos, del mismo modo que cada parte del holograma contiene la información relativa al todo, cada miembro de una pareja de partículas gemelas contiene la información relativa a la pareja completa.
Pribram concluyó que el universo es un holograma mientras trataba de solventar la cuestión de cómo y dónde se almacenan los recuerdos en el cerebro.
En un universo en el que los cerebros individuales constituyeran partes indivisibles de un mismo holograma primordial y en el que todo se hallaría conectado de manera holográfica la telepatía podría ser, simplemente, la puerta de acceso al nivel holográfico. Dicho con otras palabras, en un universo que fuese un holograma, nuestro cerebro, y de hecho cada neurona y cada átomo de nuestro cerebro, de algún modo contiene el universo entero, al mismo tiempo que todos formamos parte de una mente global. La frase del poeta William Blake relativa a que el universo puede ser descubierto en un simple grano de arena se convertiría en una verdad literal. Por consiguiente, la capacidad de un cerebro de acceder a la información de otro cerebro no sería ya un problema, puesto que cada cerebro contendría ya la información de todos los demás cerebros.
Bibliografía:
"El universo holográfico" autor: Michael Talbot
"El paradigma holográfico" opiniones de Wilber, Bohm, Pribram y Weber
"Misticismo y física moderna" autor Michael Talbot
Artículo de Michael Talbot en la web: www.artfutura.org
Articulo extraido del blog : Valma
jueves, 5 de marzo de 2009
¿Es la psicoterapia un "asunto personal”?
Es un hecho palpable que a fuerza de utilizar determinados términos, estos pierdan peso, se aligeren y un día nadie se acuerde de lo que alguna vez significaron. Si es que significaron algo más allá de lo que impone la moda del momento o dicta el “experto” de turno. Uno de estos términos es, dentro del ámbito de la “salud mental” y de la “salud” en general, el de “psicoterapia”. Dentro de este escrito trataré sobre un aspecto de esta… ¿técnica? ¿arte? ¿actitud?, y lo que implica para el profesional.
Un profesional cobra por un determinado servicio o producto, ya sea palpable o etéreo. Lo que hace dicho profesional, a lo que se dedica, normalmente lo hace mejor que otros, o al menos está dispuesto hacerlo cuando otros no. Y además al menos alguien está dispuesto a pagar por estos servicios, tienen por tanto un valor para otro u otros, valor que convirtiéndose en precio sostiene por tanto que alguien se dedique a esto y no muera de inanición y miseria. Aplicando esto a la psicoterapia tenemos toda una profesión o categoría laboral, la de psicoterapeuta, que se superpone a la de psiquiatra o psicólogo, y a otras categorías, como modernamente reclaman algunos filósofos.
Esta profesión ofrece un servicio que atañe a la “salud mental” (otro concepto nada fácil de definir) del prójimo. Suponemos pues que los servicios de un psicoterapeuta se encaminan a mejorar, sin utilizar sustancias psicoactivas (drogas) ni otros medios físicos intrusivos, la salud mental del cliente/paciente/usuario por medio de las palabras, los actos y la relación que se establece. Aunque aquí se podría poner una falta a mis esfuerzos por englobar en una definición a todas las escuelas de psicoterapia, pues algunas priman o enfocan técnicamente la relación, otras las tareas para casa, otras la educación, otras las interpretaciones, otras la dramatización…creo que la lista sería ingente y variada. Así que por intentar de nuevo esquematizar, digamos que en esta actividad alguien se relaciona con otro intentando que de esta relación este otro salga beneficiado en lo que atañe a su salud mental y por esto el primero reciba algún tipo de compensación, normalmente económica.
Entonces, ¿es posible realizar esta actividad al margen de las propias creencias, biografía, temores y esperanzas del terapeuta? ¿Es posible mantener una postura neutral y objetiva ante un paciente/cliente/usuario? Mi objetivo en este escrito es contestar a estas preguntas con un no. Y señalar que una vez descartada esta posibilidad se abre la responsabilidad para el terapeuta de elegir, con todos los condicionantes de su historia y situación, desde el marco teórico en que posicionarse hasta la forma de implementarlo que lo definirá en buena medida en su día a día como profesional y como persona.
Esta responsabilidad de la que hablo a la hora de situarse profesionalmente ante la labor psicoterapéutica no tiene la intención de primar uno u otro enfoque o escuela de psicoterapia. Al entrar en el ámbito de la ética personal los juicios a mi entender deben ser inmanentes (desde uno mismo) porque las consecuencias también serán personales e intransferibles. Mi intención en este sentido es más despertar la reflexión sobre el tema ya que se hayan dado o no estas consideraciones conscientemente, estas dejarán sentir su peso en la persona del terapeuta y en su clientela.
A la luz de marcos teóricos como los de la cibernética o la teoría de la complejidad, cada vez nos es más difícil sostener la abstracción del “observador neutral”, epítome de la ciencia, que estudia un caso con pulcritud y objetividad. Desde el mismo momento en que se aborda un caso se enmarcan y ordenan los datos dentro del aparato teórico del que disponemos. El mismo término “salud mental” queda cruzado por diferentes definiciones y puntos de vista desde determinadas visiones de lo que significa ser humano, qué es la salud, o si existe la mente como algo separado del cuerpo. Profundizando en estos temas nos asombrará advertir cómo dentro de nuestras “racionales” cavilaciones se cuelan desde la base prejuicios fundados en preferencias estéticas, morales, culturales, etc, que empapan todo el lógico edificio sobre el que asentamos nuestra práctica. Ejemplo de esto lo tenemos en el llamado “dualismo” que signa nuestra racionalidad desde tiempo de Platón, o la “capacidad de adaptación” entronizada como sinónimo de salud en lo que a la vida psíquica se refiere.
Estos prejuicios impregnan los avances “científicos” desde el mismo inicio de sus planteamientos. Los datos no son más que soportes de hipótesis hijas del pensamiento racional, hipótesis que tienen valor mientras demuestren su utilidad predictiva o estimativa, hasta que más y más datos escapan a estas hipótesis y es necesario renovarlas o rehacerlas desde la razón y la creatividad (son los famosos paradigmas de Kuhn). La “objetividad” es una ilusión práctica a determinados niveles, que comienza a balbucear cuando el investigador toma como objeto de su escrutinio al sujeto como tal, sobre todo si es a sí mismo.
Desde mitad del siglo pasado viene poniéndose acento en la investigación de los llamados “factores comunes” en psicoterapia. Se intentaron aislar estos factores entre la inmensa variabilidad técnica existente. Llama la atención cómo uno de los factores principales aislados fue el que atañe a la capacidad del terapeuta de establecer una relación sólida y sana con el paciente, más allá del marco teórico en que se mueva y con el que conceptualice la situación. Aunque estos marquen la práctica y pongan mayor acento en un planteamiento determinado o en cierto aspecto a tratar, mi tesis es que incluso estas teorías se enmarcan en todo un entramado subjetivo del terapeuta que tiene que ver con su historia, sus saberes y sus recursos emocionales personales que se despliegan sin remedio en el proceso terapéutico. Esta obviedad no es tenida usualmente en cuenta en la enseñanza de la psicoterapia, que es considerada en muchos casos como una pura “técnica”. Una receta, una prescripción que se cumplirá o no dependiendo de la fuerza de voluntad del sujeto. Descuidamos así un aspecto fundamental del “manejo” de uno de los principales aspectos de la terapia: la relación que establecemos. Y pongo entre comillas la palabra “manejo”, por parecerme inadecuada pues puede hacer pensar que existe una receta sobre cómo debemos relacionarnos con otro sujeto que nos pide ayuda. Quizás necesitamos pensar que pisamos terreno firme sobre todo cuando somos principiantes en este arte.