domingo, 18 de abril de 2010

Suegras y nueras: La armonía es posible






Texto de Eva Millet
Ilustración de Flavio Morais

Que nuera y suegra suelen llevarse mal no es una novedad. Pero, pese a su serio potencial para emponzoñar el ambiente familiar, esta relación ha sido poco estudiada. La psicóloga Terri Apter da claves para entender la postura de ambas mujeres y buscar una mayor armonía. Y subraya que la relación es cosa de tres: el hombre del conflicto no puede inhibirse.

La primera vez que su suegra invitó a comer a Ana, le sirvió filete a su hijo y a ella, unas tostadas. A Julia, su suegra le manda “desde el día en que me conoció” y tiende a comparar a su hijo con sus dos nietos, “siendo el suyo mucho mejor que mis hijos”, dice Julia. A Mari Carmen, su suegra jamás dejó de recordarle sus orígenes humildes. María ya no visita a la madre de su marido desde que esta empezó a hablar mal de ella a las hijas de María.

Los agravios también se dan en el sentido inverso. Hay nueras que utilizan a los nietos como arma, restringiendo o impidiendo el acceso a ellos a los padres de su marido. Otras boicotean planes familiares, se comportan como adolescentes rebeldes ante la suegra, jamás le agradecen nada o tratan de poner al marido en contra de la madre.

Los testimonios, desde ambos frentes, son una buena muestra de que, en el siglo XXI, la relación suegra-nuera aún navega por aguas turbulentas. Pese a la evolución de la sociedad y de la familia, en esta relación, las cosas no parecen muchas veces haber cambiado demasiado. La tensión entre estas dos mujeres parece eterna, aunque, extrañamente, hay poca bibliografía sobre el tema.

La psicóloga Terri Apter detectó este vacío cuando, de recién casada, empezó a tener problemas con la madre de su marido. “Las dinámicas entre suegra y nuera no han sido demasiado estudiadas”, confirma esta psicóloga de la Universidad de Cambridge, que lleva veinte años especializada en relaciones familiares. “Y cuando empecé a estudiarlas me quedé parada al descubrir la magnitud del problema: más del 60% de las mujeres afirman que la relación con su suegra les causa estrés e infelicidad y afecta a su matrimonio”, explica.

El fruto de su investigación es What Do You Want from Me (¿qué quieres de mí?), un libro publicado en Gran Bretaña donde analiza las causas de esta relación tormentosa y da claves para mejorarla.

Claves que pueden ser universales, porque Apter ha comprobado que este malestar atraviesa fronteras. En Chile, un estudio indicó que también casi el 60% de las mujeres tenían problemas con su suegra o su nuera. En Italia, cuando a principios de la recién acabada década los índices de divorcio se incrementaron en un 45%, una comisión gubernamental descubrió que en casi un tercio de los casos la causa de la ruptura eran las tensiones con los suegros (mayoritariamente, entre las dos féminas).

La mala prensa acompaña a esta relación en sociedades muy variadas. Suele ir dirigida a la figura de la suegra, que es objeto de comentarios negativos que actúan casi como una condena cultural. “Son detalles que ya predisponen a las mujeres contra el rol de la suegra”, sostiene Apter. Añade que esta relación no tiene por qué estar condenada al fracaso: “Como mínimo, un 10% de las personas que me contactaron para mi estudio lo hicieron para asegurar que se llevaban muy bien con sus suegras o sus nueras”, revela.

Sin embargo, el conflicto suele ser habitual. “El matrimonio aporta extraños a la familia, alguien que, a partir de ese momento, va a ser la persona más cercana del hijo –explica Apter–. Esta nueva presencia despierta en la suegra preguntas difíciles, como si su estatus en la familia se verá amenazado, si la nuera será capaz de cuidar bien a su hijo y si su relación con él cambiará.”

La mujer joven también tiene sus dudas y se encontrará con no pocas sorpresas. La principal: que su suegra puede desafiar su intimidad, influencia y estatus con su marido. “Pese a los cambios sociales –cuenta Apter–, muchas mujeres todavía consideran que su valía está ligada a sus roles en la familia, donde la cercanía, el respeto y la influencia son especialmente importantes.”

Por ello, las visitas a casa de una y otra, las vacaciones conjuntas, las fiestas familiares…, la convivencia, en definitiva, hace que estos valores se pongan a prueba y aparezca la competitividad: la chispa que desata las tormentas. Una chispa que, a menudo, surge porque alguna de las dos se siente amenazada.

La inseguridad es para la psicóloga británica otro de los aspectos que deterioran las relaciones: “A veces, las dos mujeres se sienten inseguras y les preocupa que la otra la desautorice o la critique. Por ello, se tratan con actitudes prepotentes”. En ocasiones, lo que enciende el conflicto es algo tan sencillo como que no hay lugar para dos divas en la familia: “Sí –corrobora Apter–, a veces, suegras y nuegras pueden reclamar de una forma agresiva su puesto de hembra alfa en la familia.”

Estas tensiones hacen que, a veces, las nueras adopten comportamientos propios de adolescentes. “Es totalmente cierto –coincide Lucía, una traductora casada y con dos hijas–. Yo lo he vivido: después de emanciparme de mi madre me encontré con otra señora, mi suegra, con la que tuve que librar las mismas batallas de afirmación. Como si tuviera que marcar mi territorio otra vez. ¡Era como una adolescente rebelde!”, recuerda.

Y, en medio de todo, está el hijo. A menudo, incapaz de poner paz porque, como descubrió la psicóloga Terri Apter, cuando hay conflicto el hombre suele ponerse del lado de la madre. “Jamás he contado con mi marido como aliado cuando he discutido con mi suegra: cuando se trata de su madre él, simplemente, no razona”, señala Lucía. Julia tiene muy claro que si rompe con su suegra, rompe con su esposo. ¿Es entonces más fuerte el vínculo con la madre que con la pareja? “Yo creo que ambos son fuertes –asegura la psicóloga británica–, pero los hombres son menos hábiles a la hora de mantener dos relaciones distintas, en especial si son tan importantes como la de hijo y la de marido.”

Es difícil mantener un equilibrio. En opinión de María, un ama de casa que tiene tres nueras, ese equilibrio está destinado a fracasar. “Porque lo que en el fondo está en disputa en este triángulo no es el poder, sino el afecto”, dice. “Y aunque el afecto a la madre y a la pareja no tienen nada que ver, ambas mujeres lo confunden y, además, quieren monopolizarlo.”

Vista de forma objetiva, esta relación entre madre e hija política no tendría que ser tan complicada. Al fin y al cabo, el punto de partida no es malo: las nueras han escogido al hombre que su suegra ha criado, así que no lo habrá hecho tan mal. Y él ha escogido a esa mujer. “Sí, hay razones por las que estas dos mujeres deberían ser amigas”, apunta Apter.

Pero la ansiedad parece un escollo insalvable, tanto por parte de la suegra, que sufre por la pérdida del hijo y por lo que le sucederá a su rol de mujer más importante en la familia, como por la nuera, que espera ser la mujer más importante para su marido y respetada y querida, pero, a la vez, que la dejen en paz y hacer a su manera.

Para Terri Apter, el rol del hombre en conflicto es crucial para llegar al entendimiento entre las dos mujeres: “Porque es él quien puede interceptar los problemas si reafirma a sus madres (y padres) que son todavía una parte muy importante de su vida, pero, a la vez, les demuestra que ahora su conexión principal es su mujer”, concluye. El marido debe saber que inhibirse no da buenos resultados y que la relación suegra-nuera también es cosa suya.


Relación a tres bandas
En su libro, What Do You Want from Me (Ed. WWNorton), la psicóloga Terri Apter da unas claves para evitar problemas. Hay que tener una estrategia, porque la de ignorar los comentarios no funciona.

Para la suegra
l No juzgar de inmediato a la nuera. Se necesita tiempo para conocer a una persona.
l No esperar ser la única que pone las normas en la familia. Ella también tendrá las suyas.
l No demostrar favoritismos. No hay nada malo en querer más al hijo que a la nuera, pero minimizar los logros de esta generará conflictos.
l Aceptar que la nuera puede tener ideas distintas sobre cómo educar a los hijos.
l Tratar de ser cariñosa: muchas nueras se quejan de la falta de afecto.

Para la nuera
l Tratar de expresar que se valora lo que la suegra aporta a la familia.
l Demostrar interés por ella: es un mensaje de bienvenida, de no sentirse amenazada.
l Es más fácil poner límites si se han establecido conexiones previas, pero, si hay que marcar el territorio, hacerlo de forma positiva (como: “Este domingo no va bien que vengáis, pero ¿por qué no el próximo?”).
l Facilitar el acceso a los nietos, pues libra de mucha ansiedad a los suegros.
l La clave (tanto para la nuera como para la suegra) es convertir la competición en ­colaboración.

Para el hijo/pareja
l Evitar la estrategia de no involucrarse: se puede tener varias lealtades sin que ello implique lealtades divididas.
l Elogiar a la mujer y mostrarse cariñoso con ella en presencia de los padres.
l No admitir críticas hacia la mujer de forma firme y educada. La pareja tiene menos posibilidades de disgustarse con la suegra si sabe que él la apoya.
l A la vez, tranquilizar a la madre, demostrándole que tener pareja no implica romper con su familia.
l Facilitar el acceso a los nietos, así los padres no verán a la nuera como la única que decide.

lunes, 5 de abril de 2010

El ala rota



Cuando me pongo en plan víctima me acuerdo de esta cancioncilla de Santiago

domingo, 4 de abril de 2010

viernes, 2 de abril de 2010

Prevención del suicidio en el Golden Gate

No he podido dejar de poner esta carta al director que han enviado al último número del American Journal of Psychiatry (http://ajp.psychiatryonline.org/cgi/content/full/167/4/473?roi=echo3-6091054016-4100087-d1f5a2f03e8dd187c3a254297c39263c&etoc)

La verdad que es la versión americana de esa frase que repetimos mucho "si te entran ganas de hacer alguna cosa, te vienes para acá". El teléfono vendría a ser la última oportunidad de echarse atrás.

Ignoro si funciona a gran escala o no. No se si habría que ser un ensayo MBE, pero pienso que si a una persona le sirve, ya son muchas


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Vamos a ignorar la cinta que pone "Out of order"...

jueves, 1 de abril de 2010

SOBRE LA MEDICINA BASADA EN LA EVIDENCIA

Profesor German E Berrios
Universidad de Cambridge, UK



Me gustaría agradecer a psicoevidencias la posibilidad de escribir esta editorial. ‘La medicina basada en la evidencia’ (MBE) es un área en la que he trabajado durante años. La MBE aunque de buena voluntad y aparentemente de forma inocente se ha convertido en una trampa destructora de confianza y precisa una crítica seria antes de ser adoptada por los países en desarrollo. El daño causado por la MBE a la práctica de la psiquiatría en un mundo en desarrollo podría ser irreparable.



Desde que la MBE entró en escena, su propio concepto ha sido objeto de análisis. Aunque adoptada sin reservas por aquellos que creen que para ser científica , y por lo tanto ética, la práctica clínica, debe gobernarse exclusivamente por guías clínicas; desde las perspectivas etimológica y semántica el estudio demuestra que el significante “evidencia” remite a un significado ambiguo, convirtiéndola en una moda confusa y confundente.



Esta crítica es útil pero no suficiente. El talón de Aquiles de la MBE es más profundo y ubicuo, ligado al concepto de ciencia como tráfico de información y asociado con la subcultura del comercio que ha sido su motor desde el principio. No es sólo que la MEB afecte negativamente la calidad de la relación clínico-paciente sino que la reduce a una táctica neocapitalista para hacer negocios.

Las raíces del problema

Existe poca ‘evidencia’ disponible que demuestre que la medicina regida por los principios de la evidencia tenga ventajas estadísticamente significativas sobre el sistema previo al que pretende sustituir, aquel llamado basado en la experiencia médica, la autoridad, y el efecto placebo generado en el seno de la relación clínico- paciente. Después de todo, la “evidencia” solo se podría obtener con “un ensayo clínico” que comparase los dos sistemas y la mayoría de los estudiosos consideran que dicho ensayo sería prácticamente imposible de llevar a cabo. Nos enfrentamos con una situación paradójica en la que se les pide a los clínicos que acepten un cambio radical en la forma en que se desarrolla su labor, (ej. abandonar los sabios consejos de su propia experiencia y seguir los dictados de datos estadísticos impersonales). Por tanto las bases actuales de la “ evidencia” no son otras que lo que dicen los estadísticos, los teóricos, los gestores, las empresas (como el instituto Cochrane) y los inversores capitalistas, que son precisamente aquellos que dicen donde se pone el dinero.

La verdad sobre el término ‘evidencia’

Entre las críticas previas está el hecho de que los significados múltiples del término ‘evidencia’ convierten a la MEB en algo complejo de trabajar. Su estudio es como un paquete que es preciso desliar. En Inglés ‘evidencia’ posee dos significados centrales. El uso ‘ontológico’ (el más antiguo) remite a ‘Energeia’, uno de los términos griegos utilizados para referirse a ‘Verdad’ y ‘objetividad’. ‘Energeia’ hacía referencia a aquellas situaciones donde un objeto se presenta de forma plena y ostensible a la percepción del observador. Dada la metafísica de la percepción predominante en esa época, esto significaba un contacto ‘físico’ entre el objeto y la persona, constituyendo una evidencia primaria y no mediatizada de la existencia del objeto en cuestión.

El segundo significado en Inglés es epistemológico y se relaciona con las ‘razones para creer’ en algo. Es decir, lo que realmente constituye ‘tener bases para decir esto y esto…’, nunca ha sido parte de la ‘definición’ de evidencia. La razón es obvia: a través de la historia las causas han sido negociadas y han dependido de la moda epistemológica de la época. De modo que, en relación a su etimología no es tanto que el término “evidencia” sea confuso, sino que su correcta aplicación requiere un aparato epistemológico cuya especificación varía a lo largo de los años.

Esto es aplicable en algunos contextos (ej. un tribunal de justicia), donde el uso epistemológico se basa en un significado ontológico putativo (el hecho de que un testigo vea a `X´ realizando una acción puede llevarse al campo de la evidencia y creer que‘ X´ es un asesino’). En el caso de la MBE esto no se asume. Las ‘razones necesarias para creer que el tratamiento T funciona (uso epistemológico) no se basa en ninguna percepción objetiva (significado ontológico) sino en un juego de manos numérico. Por ejemplo, cuando se alcanza un nivel de significación estadística (digamos 5%) que se ha elegido de forma arbitraria, este hecho se convierte en un `objeto´ definido como real o verdadero.

El talón de Aquiles de la MEB

Para lidiar con estas dificultades es necesario tener suficiente información sobre la historia de la MEB. Comenzó en la década de 1920 cuando la vieja definición de `objetividad científica´ (basada en la corriente filosófica liderada por Bacon en el siglo XVII y por el positivismo de Comt en el sigo XIX) entró en crisis. Ambas corrientes se basaron en distintas formas de inductivismo y experimentalismo, e.j. las dos plantean que la naturaleza puede ser preguntada o incluso engañada para dar respuestas - Galileo, Newton, y el movimiento de la ilustración al completo apoyaron esta tendencia. Finalmente, en la década de 1840, John Stuart Mill concretó todos estos aspectos en un texto inductivista que enumeró las leyes de la lógica por las que podría obtenerse el conocimiento general a partir del estudio de una muestra. En realidad, lo que Mill hizo fue redefinir la forma en que la mente de cualquier experto (bien sea médico, fontanero, abogado o ingeniero) funciona para extraer ‘información general’ de su experiencia.

A finales del siglo XIX, todo lo que Mill desarrolló comenzó a ser atacado. Para la nueva filosofía de la ciencia (desarrollada por Frege, Russell, etc.) la idea de que el conocimiento pudiera basarse en la `experiencia´ personal (concepto psicológico) resultaba imposible, en su lugar proponía que la lógica y las matemáticas fueran los nuevos cimientos del conocimiento. Esto marcó el final del ‘psicologismo’ y el positivismo de Comt y condujo directamente al desarrollo del positivismo lógico del circulo de Viena, que sustentó la idea de que una conclusión solo es verdad cuando puede ser ‘verificada’, es decir el verdadero valor está en el conjunto de operaciones especificas que permiten realizar dicha verificación.

Pronto quedó claro que las ‘verificaciones operativas sistemáticas’ eran impracticables y obligó a introducir modificaciones para poder hacerlas factibles mediante definiciones más suaves de `verdad´,`prueba´ y `conocimiento’. Surgió una nueva oportunidad con el desarrollo de las técnicas estadísticas, la mayoría de las cuales fueron desarrolladas en Inglaterra por hombres como Fisher, Pearson, y Kendall. Lo que dio en llamarse ‘revolución probabilística’ describe la importación del pensamiento probabilístico a la biología y las ciencias sociales. El cambio vino apoyado por la crisis del paradigma newtoniano donde el tiempo y el espacio eran consideradas dimensiones fijas y objetivas. A partir de los trabajos de Einstein, Heisenberg y Gödel la definición de realidad necesitaba ser corregida o completada por la perspectiva del observador o por la información que no estaba contenida en dichas definiciones. Al final de este periodo la ‘objetividad’ y la ‘verdad’ habían sido redefinidas como ‘conceptos probabilísticos’ capturables mediante análisis estadístico y determinadas por un (arbitrario) nivel de `significancia´ estadística.

La probabilidad llega a la Psiquiatría

Las propuestas probabilísticas fueron rápidamente aceptadas por todos sin apreciar las importantes repercusiones epistemológicas y éticas que iba a tener este cambio en el Weltanschauung científico. Una consecuencia inmediata de este cambio fue que los derechos y deberes epistemológicos fundamentales (el sentido de la responsabilidad que todo ‘científico’ debe tener en relación con sus narrativas) fueron anulados. De alguna manera, el conocimiento ahora estaba determinado por mecanismos matemáticos impersonales, era neutro, y la ciencia se constituía como el único generador de conocimiento. La experiencia personal y la sabiduría, el noble concepto de de Sophia se obviaba por ser considerada como un fuente de sesgo y distorsión de la verdad.

Primero la probabilidad llegó a las ciencias naturales básicas, y posteriormente alcanzó a la medicina y a las disciplinas sociales y humanas tras la Segunda Guerra Mundial. La psiquiatría se resistió hasta la década de los 60 pero a través del caballo de Troya de los ensayos clínicos con fármacos se permitió la entrada del análisis estadístico. Recuerdo vividamente que este cambio sucedió mientras que yo era ayudante del Profesor Max Hamilton de la Universidad de Leeds, el hombre que introdujo la estadística médica en la psiquiatría. Inicialmente, dicho análisis fue solamente utilizado para los ensayos con fármacos y la mayoría de los psiquiatras eran lo suficientemente sensatos para creer que una vez los resultados del ensayo eran obtenidos, Sophia (sabiduría) y Empeiria (experiencia) tomaban el timón y el psiquiatra podía negociar libremente en la intimidad de la relación médico-paciente lo que era mejor para esa persona.

El nacimiento de la MEB

Pero como sucede siempre, ganó la codicia. Los grupos de investigación y las Instituciones que originalmente se habían creado para recopilar información sobre ensayos clínicos en cáncer creyeron que su actividad podía extenderse a todas las áreas de la medicina incluida la psiquiatría. Para hacer esto se necesitaba una nueva ‘justificación filosófica’. El Meta-análisis, una técnica estadística vieja y débil fue elegido como el mejor candidato para ser el `patrón ideal´ y toda su debilidad matemática y estadística fue minimizada al compararse con su maravillosa capacidad de síntesis. La palabra mágica ‘evidencia’ fue desempolvada e importada a la medicina con un desinterés escandaloso por su significado y su utilidad, y la medicina `basada en la evidencia ´ nació como una justificación conceptual post-hoc para el nuevo negocio de crear y vender información clínica.

No resulta sorprendente que la industria farmacéutica apoyara estas maniobras ya que pronto advirtieron que las drogas que pudieran `pasar´el examen del metanálisis adquirirían una nueva fuerza legal y ética, particularmente si los gobiernos eran persuadidos sobre la cuestión de las guías de prescripción. Vieron claramente que dichas guías en la práctica destruirían la espontaneidad terapéutica de la psiquiatría y cambiaría el antiguo arte de prescribir, que pasaría de ser creativo y flexible a mecánico y uniformado. Finalmente ni siquiera requeriría que los prescriptores psiquiátricos estuvieran médicamente cualificados.

Resumiendo

Para resumir, las tonterías de, y el daño causado por, la MBE no se derivan de las ambigüedades semánticas de la palabra en cuestión ni del hecho de que la corte de filósofos que la construyeron no observaran sus peculiaridades históricas. Su problema deriva de una perversión epistemológica mucho más profunda, resultante de la cosificación del hecho de prescribir y cuidar de las personas que sufren un trastorno mental. Esta identificación está estrechamente relacionada con las demandas de una economía neo-capitalista que precisa abrir nuevos mercados y crear nuevas necesidades consumistas.

Para empezar, es una perversión epistemológica que se proponga una visión donde la actividad médica resulte inapropiada y perjudicial. Este punto de vista se relaciona con el verificacionismo, ya pasado de moda, y que es un abordaje epistemológico abandonado incluso por la física, madre de las ciencias naturales básicas. Dado que no se sabe casi nada de las causas del trastorno mental, la idea de que es posible crear un sistema de evaluación basado en etiologías especulativas es ridículo, peligroso y carente de ética. A través de la historia todos los tratamientos propuestos en psiquiatría parecen funcionar según la ley de los tercios de Black, (un tercio se recupera, un tercio se recupera parcialmente y otro no se recupera, un buen porcentaje del 66% en tasa de recuperación – lo mismo que conseguimos hoy en día) y aún hoy sabemos poco de la naturaleza y del papel del efecto placebo en estos resultados. Sería irresponsable ocultar todas estas dudas detrás de los meta-análisis y las técnicas relacionadas que tienen escasa sensibilidad matemática para detectar detalles en los niveles más bajos (e.j. al nivel en el que la gente toma realmente las pastillas).

También es una parodia epistemológica que se pida a los psiquiatras que acepten la MEB sin más evidencia que el chantaje moral creado por aquellos que afirman que las matemáticas son la forma más elevada de ciencia y por lo tanto que lo que es `matemáticamente demostrable´ supera todo lo demás. Ningún defensor de la MBE ha explicado por qué nunca se ha diseñado un ensayo a gran escala para demostrar que prescribir y tomar decisiones basadas en la MEB es significativamente mejor que la toma de de decisiones basadas en el conocimiento y en la experiencia de los médicos.

Es una perversión moral que para cuantificar, determinar los costes y gobernar la prescripción (que debería considerarse como un componente menor en la relación entre médico paciente) la MEB necesite implantar una modificación completa de la esencia de dicha relación incluidas las profundas negociaciones emocionales y la escurridiza respuesta placebo que contiene elementos inter-subjetivos. En este contexto ‘reificar’ significa convertir las relaciones humanas en un objeto inanimado, o cosa, desinvistiendola de todo dinamismo, valor personal y significado. Una vez estas relaciones humanas son reificadas no pueden explicar el cambio por si mismas, y cualquier cambio que es medido por `estudios prospectivos´ tiene que ser atribuido al ingrediente `activo´ llámese fármaco en cuestión. Decir que los cambios están perfectamente manejados por el hecho de que los ensayos con fármacos están `controlados´ y son `doble ciego´etc, etc, no es suficiente ya que las interacciones entre factores dinámicos y el efecto de la sustancia química puede ocurrir a un nivel no consciente y permanecer más allá del alcance del diseño controlado.

Puede incluso asegurarse que la `reificación´no es el producto del mal hacer de unos pocos filósofos de moda. Desde los escritos clásicos de Marx y Lukács se sabe que dichos cambios vienen de la profundidad del corazón del sistema económico prevalente en el mundo occidental. Considerar la salud como otro artículo de consumo que puede venderse y comprarse es una parte del proceso. Se ha vendido de forma inteligente al público. Tenemos el derecho a elegir cuando y donde comprar salud con nuestro propio dinero, como testigo de esto está el debate actual en Estados Unidos al intentar crearse un sistema nacional de salud gratuito y mínimamente general. El lenguaje en el que los servicios de salud se venden actualmente imita el lenguaje de los supermercados. Ya no existen pacientes sino `compradores de salud´, los médicos `venden salud y por lo tanto igual que un par de zapatos los productos deben venir bajo estrictas regulaciones y ser perfectos.

La ilusión de tener un supermercado de la salud ha destruido para siempre la relación medico-paciente. Se ha convertido en un contrato de negocios sujeto a toda la parafernalia legal de una plaza de mercado y la prensa e Internet se han asegurado de que los `consumidores´ de salud conocen sus derechos para conseguir el estado de salud perfecto. Partiendo de que la clínica siempre será un arte imperfecto, paralelamente se ha desarrollado una industria defensiva para proteger a los doctores que venden productos defectuosos aumentando con ello el abultado gasto que genera la salud. La MBE medra en este contexto porque vende ‘evidencia’ para los abogados que trabajan tanto para los consumidores como para los vendedores de salud.

Y en medio de esta locura, donde todo el mundo quiere hacer negocio la vieja relación medico-paciente, y el paciente que sufre, han desaparecido para siempre. Eso es lo que realmente no está bien en la MEB.