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viernes, 19 de marzo de 2010

Cyrulnik nos habla de la resiliencia



Nacido en Burdeos en 1937 en una familia judía, Boris Cyrulnik sufrió la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi del que él logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la Beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado (1).

No es ni mucho menos gratuito que el Dr. Cyrulnik haya indagado tan a fondo en el trauma infantil: con siete años vio cómo toda su familia, emigrantes judíos de origen ruso, eran deportados a campos de concentración de los que nunca regresaron. "No es fácil para un niño saber que le han condenado a muerte". Era el típico caso perdido, un "patito feo" condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador, un delincuente o un tarado.

sábado, 16 de enero de 2010

Desarrollo cerebral en la primera infancia

Durante los primeros dos años, y también el período en el útero, se desarrollan muchos sistemas importantísimos en el cerebro, especialmente los que utilizamos para gestionar nuestra vida emocional, como la respuesta al estrés, por ejemplo. La primera infancia es, en realidad, la base de la salud mental.
Pero los bebés son hasta ahora unos desconocidos. Se suele hablar del desarrollo emocional de los niños pequeños, pero casi nunca se habla de los bebés. Y sin embargo ahora se sabe que durante los primeros el cerebro establece conexiones a la mayor velocidad de crecimiento que jamás alcanzará. De hecho dobla su tamaño! Un periodo tan crucial no nos puede pasar inadvertido.
Sue Gerhardt ha dedicado toda su vida profesional al estudio de los bebés: a la influencia del afecto en el desarrollo emocional de los más pequeños y a sus efectos en la vida adulta. Es considerada una de las mayores expertas mundiales en su campo

sábado, 17 de enero de 2009

¿Y si pudiera saber si su hijo va a ser autista?


Leo en "The Guardian" el siguiente titular: New research brings autism screening closer to reality . Antes de dar mi opinión, os pongo un resumen del artículo:
Un grupo de investigación de la Universidad de Cambridge, dirigido por Simon Baron-Cohen, ha descubierto que los rasgos autistas de un grupo de niños que han seguido durante ocho años están relacionados con altos niveles de testosterona en el útero materno. Esto, segun los autores puede hacer que, con tiempo e investigación, se puedan detectar de forma temprana las futuras características autistas del niño mediante una amniocentesis, dando la opción de, por ejemplo, terminar con el embarazo. Esta posibilidad a llevado a los principales expertos sobre el tema a iniciar un debate social sobre las posibles consecuencias de un diagnóstico prenatal de algo tan heterogéneo como un trastorno del espectro autista.
El director del grupo de investigación ha lanzado, entre otras, las siguientes preguntas: "Si llegara a haber un test prenatal para el autismo ¿sería deseable? ¿Qué perderíamos si los niños con trastornos del espectro autista fueran eliminados de la población?" ("If there was a prenatal test for autism, would this be desirable? What would we lose if children with autistic spectrum disorder were eliminated from the population?").
Padres con niños con trastornos del espectro autistas han levantado la voz para mostrar su oposición, ya que consideran que el autismo puede empezar a considerarse como algo negativo
(Charlotte Moore, madre de niño con autismo: "My worry is that having an autistic child will become a bad thing" ).
En cuanto a las aplicaciones de este test, se habla de que puede realizar un hipotético tratamiento prenatal mediante medicamentos que bloqueen la testosterona, de la ayuda que puede suponer para la preparación de los padres para el hecho de tener un hijo con autismo o, llevado al extremo, provocar que los padres decidan terminar con el embarazo.

Más allá de lo rápido que han podido ir los redactores de "The Guardian" o el propio Profesor Baron-Cohen en las conclusiones de este estudio (varios expertos han criticado la metodología del estudio, como señalan en TIME), el artículo y el autor se sitúan en esa emocionante (e inquietante) área en la que se solapan la ciencia y la ética. Podemos hacernos varias preguntas:

1. ¿Qué es el autismo? ¿Es una enfermedad que se puede curar, o es una forma diferente de ser?

2. Si (como creo yo) no hay una respuesta fácil para esa pregunta, y la dicotomía enfermedad - forma de ser no es tal, sino que es un continuo en el que a ver quién es el guapo que pone el punto de corte, ¿es ético "acabar" con el autismo o, sin eufemismos, con los futuros autistas?

3. Como profesionales ¿nos gustaría dar la opción a los padres de niños que van a nacer autistas de terminar con el embarazo porque su hijo no va a ser "normal"?

4. Como padres ¿nos sentiríamos capaces de acabar con un embarazo al saber que el niño va a ser autista, sabiendo lo heterogéneo que es ese grupo de trastornos?

Lanzo todas esas preguntas, y añado mis respuestas.

1. Creo que ya está contestada. Para los que trabajamos todos los días con pacientes, la incógnita de si lo que estamos "tratando" es una forma de ser que es poco apropiada o molesta para no sé muy bien quién, está a la orden del día, y vamos lidiando con ella día a día, unas veces con más facilidad, y otras con menos.

2. Pregunta realmente complicada ya que un autista en el entrono apropiado no sufre, no está enfermo. Además, hay autistas con cualidades extraordinarias, como los llamados Savants. Y aunque no tuvieran estas características tan especiales o tan "útiles" ¿quién soy yo o quién es nadie para decidir qué es apropiado y merece vivir?

3. Sinceramente, me compadezco de los ginecólogos. Yo no podría.

4. No tengo ni idea. Es muy fácil decir que no tendría ningún problema en tener un hijo autista, pero a estas preguntas hay que responder en mitad de la batalla, no desde sentado tecleando en un ordenador.


Así pues. ¿Qué opináis?



Este artículo también se puede leer en mi blog, El oscuro encanto de la libertad. Muchas gracias a Álvaro y demás creadores de este blog por dejarme participar.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Albert Bandura y el aprendizaje social



Albert Bandura, es un psicólogo Ucraniano-Canadiense de tendencia conductual-cognitiva, que nació 4 de diciembre de 1925 en Mundare (Canadá). Recibió su educación académica en una pequeña escuela elemental de su localidad con los mínimos recursos. Al finalizar el bachillerato, trabajó durante un verano asfaltando la autopista de Alaska en el Yukon. Completó su licenciatura en Psicología de la Universidad de Columbia Británica en 1949, para trasladarse posteriormente a la Universidad de Iowa en 1952. Allí conoció a Virginia Varns, una instructora de la escuela de enfermería, con la que se casó y tuvo dos hijas. Después de su graduación, asumió una candidatura para ocupar el post-doctorado en el Wichita Guidance Center en Wichita, Kansas. Más tarde, desarrolló gran parte de su carrera en la Universidad de Stanford, en donde se asoció al prestigioso investigador Walter Mischel.

Albert Bandura es famoso por su trabajo sobre la teoría de aprendizaje social y su concepción del Sociocognitivismo, así como por la postulación de la categoría de autoeficacia. Se lo conoce particularmente por el experimento del "muñeco Bobo", en que refleja con acierto el comportamiento agresivo de los niños. Éste célebre experimento, consistía en mostrar una película a los niños de un guardería, en la que se observaba que una joven estudiante golpeando a un muñeco. El "muñeco bobo", era una criatura hinchable con forma de huevo y cierto peso en su base, que hacía que se tambalease sin caerse cuando era agredido. La joven pegaba al muñeco, lo insultaba, se sentaba encima de él, le daba con un martillo, mientras le gritaba todo tipo de insultos. En el experimento, Bandura ofrecía el jueguete a los niños para que jugaran con él, después de ver la película. Sorprendentemente, durante el juego, se evidenciaba que los niños imitaban las accones de la joven en la película, con enorme precisión en los actos y comportamientos.

El experimento de Bandura ofreció en su momento una reflexión de suma importancia respecto a la agresividad humana, desde una perspectiva cognitivo-conductual. Los niños, reprodujeron con su conducta lo que habían observado previamente, pues habían cambiado su comportamiento sin que existiera inicialmente un refuerzo dirigido a priorizar dicho comportamiento en detrimento de otro quizá más lúdico o lucrativo. Ésta circustancia, contradecía en cierto modo las clásicas premisas de Skinner o Paulov, obsesionadas por interpretar la conducta únicamente a partir de la existencia de reforzantes (negativo o positivo) o reflejos condicionados. Bandura llamó al fenómeno "aprendizaje por la observación o modelado" y elaboró una compleja teoría, actualmente reconocida como "la teoría social del aprendizaje".