Prof. G. E. Berríos*
La palabra y sus referentes
Los nombres son una ayuda o un escollo en todos los ámbitos, especialmente cuando ellos se comportan como significantes variables. Por ejemplo, desde que apareció en la Francia de fines del siglo XIX como una palabra doble (‘neuro-psychiatrie’), el significado de neuropsiquiatría ha cambiado repetidas veces. En el periodo entre guerras, ahora convertida en neuropsychiatrie, se refería a las actividades clínicas de los médicos entrenados tanto en neurología cuanto en psiquiatría. Alrededor de 1918, la palabra apareció en el inglés usual como una forma de “Psiquiatría que relaciona alteraciones mentales o emocionales a una función cerebral alterada”. Mi propia definición es más estrecha: "disciplina que se ocupa de las complicaciones psiquiátricas de las enfermedades neurológicas” Por otro lado, el uso norteamericano es más amplio y equivale a “psiquiatría biológica”.
Actualmente, el término "neuropsiquiatría" se refiere fundamentalmente a disciplinas clínicas que se entrecruzan al compartir la creencia de que los síntomas mentales se producen en zonas cerebrales alteradas. También se utiliza para dejar sentada una posición profesional con relación a puntos de vista rivales sobre los trastornos mentales, tales como el psicoanálisis. Finalmente, crea un espacio social y económico donde investigadores que piensan de una manera similar se congregan, sin peligro, para usufructuar sus ideas ‘a la moda’.
El contexto
Si es que existe ‘neuropsiquiatría’ en un país en particular —y si tiene un significado amplio o estrecho— va a depender, en gran parte, de la estructura de sus servicios de salud y de la calidad de la relación entre la neurología y la psiquiatría.
Esto es interesante e irónico puesto que ambos especialismos son nuevos. El alienism (el nombre original de la psiquiatría) y la neurología se desarrollaron por las décadas de 1830 y 1860, respectivamente, como resultado directo de la fragmentación de la grande y antigua categoría culleana1 de ‘Neurosis’, y del ensanchamiento de la noción de ‘lesión’, que a fines del siglo mencionado se refería indistintamente a defectos y a soluciones de continuidad en ámbitos putativamente ‘estructurales’, ‘fisiológicos’ o ‘psicológicos’. En Alemania y Francia, la formación de los alienistas incluía entrenamiento neurológico y esto facilitó el uso del término ‘neuropsiquiatra’. En Gran Bretaña, por otro lado, y debido a razones socioeconómicas importantes (para cuya discusión no hay espacio), la neurología y la psiquiatría se habían separado completamente hacia la decáda de 1880. Esto quiere decir que por más de 90 años hubo poca comunicación entre las dos y que en la década de 1970 la ‘neuropsiquiatría’ tuvo que ser reinventada. No sorprende en absoluto que quienes estuvimos involucrados en tal re-creación tuviéramos entrenamiento tanto neurológico cuanto psiquiátrico. Esto también explica por qué hasta el día de hoy no tenemos una definición unificada de neuropsiquiatría en el Reino Unido. La definición norteamericana se ha hecho popular y esto ha alentado a los psiquiatras con orientación biológica a ultranza a llamarse a sí mismos ‘neuropsiquiatras’. Otros (como es mi caso) continúan definiendo a la neuropsiquiatría de una manera estrecha. Los primeros pueden ser encontrados en todos los ámbitos del tratamiento psiquiátrico; los últimos laboran en hospitales generales y desarrollan mucho trabajo de ‘neuro-liaison’2 (este término lo introduje en una conferencia dictada en Wellington, Nueva Zelanda hace algunos años).
La neuropsiquiatría en Cambridge, Reino Unido
En armonía con lo anteriormente mencionado, mi propio servicio clínico ‘neuropsiquiátrico’ está organizado desde el punto de vista estrecho de que la neuropsiquiatria es una rama de la psiquiatría que se ocupa de las complicaciones mentales de las enfermedades neurológicas. No creo que dicha práctica deba ser interpretada de algún modo como una declaración sobre la naturaleza de los trastornos mentales en general. Aun dentro de los confines de mi definición estrecha, parece claro que los pacientes neurológicos que desarrollan delusiones, alucinaciones, obsesiones, tristeza, ansiedad, etc., lo hacen a través de una variedad de mecanismos. Por un lado, existen las etiologías causales. Como mi trabajo sobre alucinaciones musicales y estados de irritabilidad en pacientes con enfermedad de Huntington mostró hace años, es posible demostrar una relación entre el síntoma y la localización cerebral o la repetición CAG, respectivamente. Por otro lado, los pacientes neurológicos tienen razones para sus síntomas, esto es, las enfermedades neurológicas ocurren a gente real y por lo tanto tienen contextos semánticos. Esto agrega una nueva capa de significado, hermenéutica y respuesta terapéutica. Los pacientes pueden mostrar copias conductuales de síntomas mentales y ellas no tienen la misma representación cerebral que los síntomas convencionales.
El trabajo clínico neuropsiquiátrico genera modelos clínicos que pueden ser transformados en paradigmas de investigación. No hay nada nuevo en esto y cada universidad usará una retórica diferente par vender lo que hace. Algunas se venden como instituciones de investigación que funcionan de arriba hacia abajo (esto es, ideas grandiosas que gobiernan la acción), en otras esto funciona de abajo hacia arriba (investigación de a pocos, a nivel inferior, que converge hacia arriba). Este es el caso del Campus de Neurociencias de la Universidad de Cambridge (el más grande en el Reino Unido) que incluye institutos de investigación y una suite de neuroimágenes que tiene, entre otras cosas, 12 magnetos de Resonancia Magnética. Mi Servicio de Neuropsiquiatría (6 clínicas) está conectado con la mayoría de los centros de investigación del campus. Por ejemplo, la clínica de Enfermedad de Parkinson proporciona pacientes para los grandes proyectos relativos a la expresión de receptores, resonancia magnética funcional, farmacología y neurocirugía. La clínica de Enfermedad de Huntington está situada en el ‘Centro para Reparación Cerebral’, donde alrededor de 12 pacientes que ya han recibido implantes de células fetales en su núcleo caudado son seguidos a intervalos de 3 meses. La clínica de Daño Cerebral Traumático está situada en el ‘Oliver Zangwill Centre’, la clínica cognitiva neuropsicológica de rehabilitación más importante de Europa. La Clínica de Trastornos del Sueño trabaja estrechamente con la ‘Unidad Respiratoria’ en el hospital Papworth, que incluye las instalaciones polisomnográficas más avanzadas del Reino Unido. La Clínica de Trastornos de la Memoria sirve al gran complejo de investigaciones en la memoria de la Unidad de Ciencias Cognitivas y Cerebrales, una facilidad del ‘Medical Research Council’, donde fueron desarrollados por primera vez los conceptos de funciones ejecutivas y memoria de trabajo; y mi Clínica Neuropsiquiátrica General está vinculada con las ‘Clínica Neuroquirúrgica de Epilepsia’ y la ‘Clínica de Tinnitus’, etc. Todas estas asociaciones clinicas-ciencias básicas crean oportunidades ideales para investigación traslacional, que ha sido tradicionalmente la manera británica de desarrollar nuevas ideas.
Los hallazgos
Cualquiera que sea el contexto clínico, los trastornos neurológicos se acompañan de componentes psiquiátricos, los que han sido conocidos durante mucho tiempo en los casos de la enfermedad de Parkinson, la Esclerosis Múltiple, la enfermedad de Huntington, la enfemedad de Wilson, la enfermedad de Binswanger, etc.; se ha sabido durante mucho tiempo que la severidad y el manejo de dicho componente ha sido más importante para la reintegración social que cualquier trastorno motor o sensorial. En otros casos, sin embargo, como en las taupatías, las mitocondriopatías, el CADASIL, la Adrenoleucodistrofia ligada al cromosoma X, etc. no se ha efectuado suficiente investigación para identificar el componente psiquiátrico. En todas las situaciones, una práctica inteligente provee al neuropsiquiatra de acertijos cuya resolución tiene relevancia directa con la psiquiatría en general; dos de ellos serán discutidos brevemente a continuación.
Las implicancias
El acertijo diagnóstico
El neuropsiquiatra a menudo encuentra que hay una falta de encaje entre los fenómenos clínicos encontrados en el trabajo de neuro-liaison y las categorías psiquiátricas del ICD-10 y del DSM IV. Los pacientes neurológicos exhiben una variedad de síntomas mentales pero ellos a menudo son aislados o fugaces y raras veces adquieren una masa crítica para encajar en un ‘diagnóstico psiquiátrico’. Esto plantea problemas teóricos y prácticos. Los primeros tienen que ver con su naturaleza y mecanismos de formación; los últimos, con su manejo/terapia. En el Reino Unido, las terapias psiquiátricas son gobernadas por lineamientos gubernamentales estrictos, que están basados en ejercicios meta-analíticos y en evaluaciones de economía de la salud. Igualmente, los medicamentos psiquiátricos tienen licencia para trastornos específicos y comparten con los lineamientos los mismos conjuntos de ensayos clínicos randomisados. Antes de que los lineamientos empezaran a ser establecidos, los tratamientos psiquiátricos se basaban en una combinación de conocimiento psicofarmacológico, imaginación terapéutica y negociaciones específicas entre médico y paciente. Esto ya no ocurre y a menos que el paciente tenga un claro diagnóstico, no se le ofrecerá medicación pues esto expondría al clínico a una acción legal. En la neuropsiquiatría, esto es particularmente crítico pues los pacientes neurológicos tienen mayormente síntomas mentales y solo raras veces trastornos mentales. Además, la expresión de tales síntomas puede ser distorsionada por la presencia de déficits cognitivos, expresionales o emocionales relacionados directamente con las lesiones neuropatológicas.
Las copias de la conducta y el problema de la formación de los síntomas
De acuerdo a lo dicho anteriormente, el neuropsiquiatra a menudo se pregunta si los síntomas mentales (y los trastornos mentales ocasionales) con los que se encuentra en el contexto de su práctica especializada son en realidad los mísmos fenómenos clínicos que se ven en la psiquiatría general. Por ejemplo, ¿son las alucinaciones visuales de la enfermedad de Parkinson o de la demencia con cuerpos de Lewy los mismos fenómenos que se ven en un anciano melancólico con el síndrome de Cotard? ¿Es el trastorno afectivo asociado con accidentes vasculares cerebrales frontales el mismo de la enfermedad depresiva ordinaria? ¿Es la manía desencadenada por el tratamiento con esteroides la misma que la manía de un trastorno bipolar?
Estas comparaciones van directamente a la esencia de la psicopatología y cuestionan la capacidad epistémica del lenguaje de la psiquiatría, esto es su valor discriminativo. En el curso de los años estas preguntas han sido respondidas de diferentes maneras. En una época la respuesta era que las llamadas alucinaciones orgánicas era fenómenos diferentes a las alucinaciones psiquiátricas. En la actualidad, el punto de vista predecible es que son, que deben ser los mismos fenómenos. La psiquiatría biológica es implacable en su reduccionismo y en sus esfuerzos por imponer su mecanismo causal. Muchos neuropsiquiatras con larga experiencia clínica en su oficio no están, sin embargo, tan absolutamente seguros. Ellos se preguntan a menudo sobre la posibilidad de etiologías múltiples y sobre la existencia de mecanismos que generen copias conductuales de los síntomas orgánicos, o postulan la hipótesis de que los sistemas expresionales en los humanos puedan tener un escaso repertorio y actúen como vías finales comunes a una variedad de desencadenantes, algunos orgánicos, algunos semánticos.
Tales hipótesis psicopatológicas generan acercamientos frescos al análisis de los síntomas mentales que solo pueden ser abordados por quienes tienen entrenamiento como psiquiatras. Ellas ofrecen un espacio natural y privilegiado para la investigación psiquiátrica. Desafortunadamente, es un espacio que está siendo abandonado por los psiquiatras, quienes quieren ser minineurólogos, minirradiólogos o minigenetistas. La psicopatología descriptiva continúa siendo la fuente y el origen de todas las disciplinas auxiliares en psiquiatría, y por lo tanto tal diáspora debe lamentarse profundamente.
* El Dr. Germán Berríos (geb11@cam.ac.uk) es un distinguido médico peruano, profesor de psiquatría en la Universidad de Cambridge; allí dirige el servicio de Neuropsiquiatría, especialidad en la cual es pionero. El Dr. Armando Filomeno, antiguo compañero de clase de sus primeros años de estudios sanmarquinos, le agradece el presente artículo que se encargó de traducir. La excelente versión original en inglés de este texto puede ser leída en: www.deficitdeatencionperu.org/berrios.htm
1 El término hace mención a William Cullen, ilustre médico escocés del siglo XVIII, en cuya clasificación de las enfermedades —publicada en su Synopsis Nosologicae Medicae, en 1769— la categoría de ‘neurosis’ englobaba a un gran número de enfermedades. Cullen creía en la ‘neuralpatologia’, es decir, en la doctrina de acuerdo a la cual las enfermedades resultaban (directa o indirectamente) de cambios patológicos en el sistema nervioso. Estos cambios podían ser localizados (lesiones) o generales (sin pirexia y que afectaban la vibración y sensibilidad del tejido nervioso). Cullen llamó neurosis a las enfermedades que resultaban de tales cambios generales (nota del traductor).
2 Podría traducirse como neuroenlace, pero se ha preferido mantener el término como aparece en el texto original (nota del traductor).