Inauguramos nueva serie poética, de un amigo-autor que, esperamos, se una pronto a nuestro humilde grupo de bloggers...
La obscuridad
La obscuridad
La oscuridad quiere permanecer y se asusta de ello.
La oscuridad anula el deseo y a su vez lo recrea.
El deseo que ha huido al perder la luz, pues en ella
deseaba, fluye en la oscuridad con nuevas leyes.
Los deseos, aquí, son intemporales y atemporales,
en la luz hay cronógrafos, no así en lo oscuro.
Tampoco hay espejos, es el peor lugar para Narciso.
Es un mundo sin miradas, no hay temor a Medusa,
solo que domina lo íntimo, el centro, como una neogénesis
absorta que olvidase la periferia. La pesadumbre de las
cosas lleva una existencia eterna, la alegría también. De esa
forma los sentimientos nunca desaparecen, ni cambian, una
vez brotados perduran para siempre. Llegan a convivir, pueden
mezclarse y hasta enamorarse mutuamente. Apreciaremos,
simultáneamente, estados de llanto y risa, odio y amor,
desespero e ilusión. La consecuencia es una hiperestesia que
acaba agotando. Los sentidos se adormecen y cierran el
párpado. Termina un círculo, el ojo ha abandonado su función
y todo corre en un presente continuo donde se hace titánico
sentir algo nuevo. Situados en este universo, el agua se ha
evaporado, tornando en piedra y metal, perdiendo su albedo,
el reflejo inspirador. Los cauces, obedeciendo a un grito
profundo, han ascendido, de una forma que, hasta donde
alcanza la imaginación, todo es un llano herrumbroso.
Es el sueño sin el sueño. No advertimos vetas ni nacimientos;
pasamos, pasan todos, sin dejar camino. Ausencia de huellas,
demencia de la historia. La oscuridad no necesita la luz porque
no la recuerda. La madre de Ulises tenía razón al decirle: “hijo
vuelve cuanto antes a la luz y cuéntaselo a tu esposa”