martes, 12 de enero de 2010

La felicidad a los 66 según Boadella


No he podido evitar copiar esta entrada del blog de Albert Boadella:

Un medio de comunicación me ha pedido 5 frases que definan la felicidad a mi edad. Se las transmito pero algo más ampliadas.

Coleccionar enemigos
Nada peor que intentar estar a buenas con todo el mundo. El buen rollo es uno de los ingredientes básicos para generar la mediocridad y el tedio. Además, la disposición al consenso provoca un trabajo pesado, inútil y sobretodo frustrante. Tampoco tener enemigos resulta una tarea sencilla porque lo esencial es saberlos escoger, ahora bien, si acertamos, el divertimento está asegurado de por vida.

No practicar deportes
A partir de una cierta edad el deporte es una endogamia peligrosa, mental y físicamente, además del correspondiente ridículo. Hay que abandonar el deporte en la edad en que se debería dejar de leer novelas, o sea, cuando se alcanza una cierta madurez. Las energías del deporte nos harán mas felices dedicadas a promover los bienes públicos. Por ejemplo, arreglar los parterres de una plaza o limpiar de hojas del parque, lo cual puede significar miles de flexiones provechosas.

Tender a la castidad
Todo lo que represente contención es una acumulación de emotividad para ser disparada en el mejor momento. Se trata de conseguir que resulte excepcional aquello que en la mayoría acostumbra a ser cotidiano.

Ser ligeramente millonario
Los extremos son inquietantes, pero el de la precariedad puede tan letal como el exceso. Se trata de encontrar la colocación adecuada, de tal manera, que los dineros no nos aboquen a la avidez de la multiplicación y las inversiones, lo cual provoca inmediatamente insomnio. Lo contrario, significa acabar siendo carne de las actividades del Inserso, en las que sus integrantes participan mensualmente en las excursiones de muertos vivientes.

No psicoanalizarse nunca
Nuestra tradición cristiana nos enseña que solo podemos ser profundamente felices si dejamos de pensar en nosotros y lo hacemos sobre los demás. Nada es tan aburrido como uno mismo. En caso de remordimientos u otros complejos, siempre tenemos el confesor que es mucho más barato y eficaz que el psiquiatra. Además, ahora no tendremos que hacer cola, ni siquiera penitencia.

Hasta pronto… si Dios quiere

2 comentarios:

jabibi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
jabibi dijo...

Le faltó añadir tropezar varias veces contra la misma piedra, a qúién madruga dios no le ayuda, haz el mal y no mires a quién,...menos mal que no olvidó lo de haz como el viejo topo trabaja mucho y de sexo poco (me he automoderado ya no tengo ir de urgencia al confesionario)