¿Es la psiquiatría una ciencia?, y si lo es, ¿Cuál es su método, su campo, cuales sus supuestos básicos? Ciencia es por un lado, el proceso mediante el cual se adquiere conocimiento, y por el otro, el cuerpo organizado de conocimiento obtenido a través de este proceso. Una ciencia se define acordando su objeto de estudio y el método que es propio para este estudio. A pesar de la impresión popular, no es la finalidad de la ciencia responder a todas las preguntas, sólo a aquellas que pertenecen a la realidad física (experiencia empírica medible y reproductible). La ciencia no produce y no puede producir verdad incuestionable. En cambio, testea constantemente las hipótesis sobre algún aspecto del mundo físico, y las revisa o reemplaza cuando es evidente a la luz de nuevas observaciones o datos.
Desde hace décadas vemos como las llamadas ciencias naturales se vieron inmersas en el éxito del “método científico” como garante de avance tecnológico, cuyo valor no está en la veracidad de sus postulados o teorías, sino en su utilidad. Los filósofos llevaban tiempo buscando un artilugio intelectual similar que garantizara la adecuación de sus ideas sobre el mundo a la realidad, presumiendo su existencia como algo ajeno e independiente. Un garante de rigor en el pensamiento humano, en lo que concierne a aquellos fenómenos que no pueden someterse a experimentación en el sentido que le damos en un laboratorio. Las esperanzas desde un primer momento se pusieron en las matemáticas, el más práctico código simbólico para codificar la realidad y así abstraer sus leyes y marcos de referencia en los diferentes aspectos esta. Hasta el punto que son muchos los físicos teóricos que se preguntan la aparentemente fidelidad de la llamada “realidad física” a ser representada mediante fórmulas y números. Durante siglos los lógicos buscaron la garantía formal para producir argumentos que preservaran la verdad. Tuvieron que esperar a la aparición de Gödel, a principios del siglo XX, que demostró con su “teorema de la incompletud”, que las matemáticas eran esencialmente limitadas: ningún repertorio de axiomas simple y riguroso es capaz de dar cuenta de toda la realidad. En definitiva, descubrió que existían afirmaciones verdaderas que no podían ser probadas dentro del sistema. Esto es, sólo puede probarse matemáticamente desde dentro de un sistema que un cálculo es falso, pero no abarcar todo lo que es verdadero (coincidiendo con la “falsación” de Popper), de aquí el valor de nuestros razonamientos lógicos para descartar posibilidades, pero también su insuficiencia para crear hipótesis. En esto se ven implicados otros mecanismos de naturaleza parece que más oscura, como declaran uno tras otros grandes inventores y pensadores de la historia tocados por el fenómeno bautizado en el mundo anglosajón como “serendipia”. Este es un punto clave que debe comprender a cualquier científico: que se ocupa de desarrollar “descripciones” y “modelos” limitados y aproximados de los fenómenos naturales, los conceptos y modelos científicos sólo son aproximaciones, son metáforas del funcionamiento del mundo. Metáforas que no se valoran según el registro de la verdad, sino de la utilidad. Esto lo sufrieron en sus carnes los físicos a lo largo del siglo pasado, viendo como la física clásica de Newton, que tanto había contribuido al desarrollo de la tecnología, se derrumbaba hasta sus cimientos como “verdad” científica. Pronto quedó claro que el comportamiento físico clásico sólo emerge como una aproximación al comportamiento que la física cuántica comienza a vislumbrar, bajo los principios de la teoría de la relatividad y la teoría de la incertidumbre de Heisenberg. Las teorías científicas que funcionan y tienen valor como predictoras de los fenómenos deben ser consideradas en sus límites y su valor aproximativo y explicativo en un nivel concreto de aplicación. Sólo se aproximan, y esto es todo lo que pueden hacer, representan el modelo de una faceta concreta de una realidad que se nos muestra hiper-compleja. Así la ciencia no hace afirmaciones sobre como la naturaleza "es", sólo puede inducir conclusiones acerca de nuestras observaciones de la naturaleza y formular modelos más o menos predictivos. Tampoco es una fuente de juicios de valor subjetivos, a pesar de que sí puede hablar de cuestiones de ética y política pública indicando las consecuencias de acciones, ilustrando la ética pero no sustituyéndola. De todos modos, la ciencia no nos puede decir cuál de un abanico de consecuencias es la "mejor" o si un fin es legítimo.
Estas reflexiones son fundamentales para huir de la dictadura del “cientifismo”, que extrae elementos de la ciencia separándolos del contexto donde se producen y de los fines perseguidos. De esta forma los usuarios de la ciencia reduccionista, como en la novela “Fundación” de Asimov, conjuran los efectos beneficiosos de tal o cual técnica sin comprender su funcionamiento, los principios en que se basa o el precio a pagar por su abuso. Así la ciencia se torna en misticismo, incluso en religión que dicta nuestras leyes y posibilidades sin ningún poder superior que la limite. El imperio de la razón, limitada como hemos visto, no encuentra poder que se le oponga ahora que Dios ha muerto (y lo hemos dejado en manos de fanáticos).
Ahora que podemos delimitar un poco más lo que es una ciencia, podemos intentar seguir pensando si ese cuerpo de conocimiento que llamamos psiquiatría encaja bajo este título, o si lo hacen sólo algunos de sus objetos a investigar o algunas de las formas de enfocar la realidad de las “enfermedades mentales”.
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